Felipe Calderón Hinojosa, expresidente de México (2006–2012), ha generado una nueva controversia tras pronunciarse desde Estados Unidos sobre la situación política y democrática en México. Durante una ponencia en la Universidad de Georgetown, el exmandatario cuestionó abiertamente el papel del Gobierno estadounidense por no intervenir frente a la reciente Reforma Judicial promovida por la mayoría oficialista en el Congreso mexicano.
En su intervención, Calderón expresó su preocupación por el rumbo que ha tomado el Poder Judicial en México, especialmente después de que se aprobara una reforma que permite la elección popular de jueces, magistrados y ministros, algo sin precedentes en la historia del país. Según el exmandatario, el nuevo sistema ha abierto la puerta a que perfiles sin experiencia o con pasados cuestionables lleguen a ocupar cargos de alta responsabilidad, lo cual —en su opinión— pone en riesgo la imparcialidad del sistema judicial y la protección de derechos de los ciudadanos, en especial de quienes no simpatizan con el oficialismo.
Aunque Calderón se abstuvo inicialmente de decir de manera explícita qué debió hacer Washington, terminó señalando que el proceso de transformación del Poder Judicial ocurrió «ante la mirada indiferente» del entonces embajador de EE.UU. en México, Ken Salazar, sugiriendo que el diplomático pudo haber hecho más para frenar lo que considera una amenaza a la democracia mexicana.
Estas declaraciones desataron una ola de críticas en redes sociales y medios de comunicación, donde se le acusó de propiciar la injerencia extranjera en asuntos internos. Diversos periodistas, figuras públicas y usuarios de redes lo tacharon de «traidor a la patria», recordando además su propio historial político y la violencia que marcó su sexenio, especialmente tras declarar la «guerra contra el narcotráfico».
También se reavivó el vínculo entre Calderón y Genaro García Luna, su exsecretario de Seguridad, actualmente condenado en EE.UU. por su colusión con el crimen organizado. Para muchos críticos, las declaraciones del exmandatario reflejan una doble moral y una aparente falta de autocrítica.
Por su parte, Calderón también advirtió que las elecciones en México podrían estar en riesgo, dejando entrever que el nuevo modelo judicial podría utilizarse para debilitar los contrapesos democráticos y el pluralismo político.
«No quiero decir lo que los americanos pudieron hacer. Pero lo que está claro es que este proceso de demolición, no sé si la expresión es correcta, pasó justo bajo la nariz del Embajador de Estados Unidos, y no estoy hablando de esta Administración. No sé si el Embajador no se dio cuenta de lo que estaba pasando exactamente o simplemente ignoró aquello, que es terrible»
La polémica intervención del expresidente ocurre en un momento particularmente delicado para la política mexicana, tras un cambio de administración presidencial y en medio del debate nacional sobre el rumbo institucional del país. Mientras unos defienden la democratización del Poder Judicial, otros, como Calderón, ven en ella una amenaza a la independencia de los poderes.
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