La crisis humanitaria en Gaza se agrava. El Gobierno de Hamás denunció este sábado que cerca de un millón de personas se encuentran hacinadas en la zona costera de Mawasi y en la ciudad de Jan Yunis, en el sur del enclave palestino, tras las evacuaciones forzadas ordenadas por el Ejército de Israel desde la ciudad de Gaza y otras áreas del norte.
En un comunicado, las autoridades gazatíes advirtieron que la supuesta “zona humanitaria” designada por Israel se ha convertido en un espacio sin capacidad de recibir más desplazados y sin condiciones mínimas de supervivencia. “No hay hospitales, infraestructura ni servicios esenciales como agua, alimentos, refugio, electricidad ni educación, lo que hace casi imposible vivir allí”, señalaron.
Según cifras oficiales, en la capital gazatí permanecen aún unas 900.000 personas, pese a la ofensiva terrestre israelí que busca vaciar la ciudad. En paralelo, unas 22.000 personas han optado por regresar a Gaza después de constatar la precariedad en el sur, cargando con sus pertenencias de vuelta a una zona que sigue bajo bombardeos.

Las Naciones Unidas calculaban en junio que Mawasi albergaba a más de 425.000 desplazados en un área de apenas 14 kilómetros de largo por uno de ancho, lo que suponía una densidad de más de 47.000 personas por kilómetro cuadrado. Hoy, el número casi se ha duplicado.
Pese a que Israel presenta estas zonas como “seguras”, organizaciones de derechos humanos y la ONU documentan más de 110 ataques en Mawasi y sus alrededores desde el inicio de la ofensiva, que han dejado alrededor de 2.000 muertos. Este viernes, un bombardeo contra una tienda de campaña en la zona mató a dos niños de seis y diez años, confirmó el jefe de pediatría del Hospital Nasser.
La escalada ha llevado a que relatores de la ONU, ONG y un creciente número de países califiquen la ofensiva israelí de “genocidio”, tras más de 65.200 muertes en Gaza, entre ellas más de 19.000 menores de edad. Mientras tanto, el flujo de desplazados continúa y las cifras ofrecidas por el Gobierno de Gaza, el Ejército de Israel y la ONU muestran divergencias, lo que dificulta dimensionar la magnitud real del desastre humanitario.

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