En su participación ante la Asamblea General de la ONU, Donald Trump centró su discurso en dos ejes: la migración y el narcotráfico. Con un tono marcado por la confrontación, el presidente de Estados Unidos insistió en que la llegada de migrantes representa una amenaza para su país y acusó a Venezuela de ser un punto clave en el tráfico de drogas hacia territorio estadounidense.
Las afirmaciones de Trump carecieron de pruebas verificables y fueron presentadas sin contexto. Sobre la migración, reiteró una visión que criminaliza a quienes cruzan fronteras en busca de mejores condiciones de vida, sin mencionar las causas estructurales de los desplazamientos. En cuanto a Venezuela, sus señalamientos retomaron la misma línea que ha marcado su política exterior: responsabilizar a gobiernos latinoamericanos de los problemas internos de Estados Unidos.
El discurso no incluyó propuestas de cooperación internacional ni estrategias multilaterales para enfrentar los desafíos globales. Por el contrario, reforzó una narrativa centrada en el miedo y en la construcción de “enemigos externos”, recurso que le ha servido a Trump en su política interna.
Con este mensaje, el mandatario volvió a utilizar un foro global para posicionarse frente a su electorado, trasladando sus batallas domésticas a un escenario que debería servir para el diálogo y la búsqueda de soluciones compartidas.
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