Trump se proyecta como “pacificador global” y aspirante al Nobel, mientras el mundo sigue en guerra

La narrativa triunfalista de Trump, contrasta con un contexto marcado por conflictos activos, crisis humanitarias y acuerdos inconclusos

Donald Trump volvió a levantar la mano para el Premio Nobel de la Paz, pero su historial como supuesto mediador internacional muestra más pólvora que diplomacia. En su reciente intervención ante la Asamblea General de la ONU, el presidente de Estados Unidos arremetió contra el propio organismo por su “ineficiencia” y se autoproclamó artífice de la paz, asegurando haber detenido siete guerras. La realidad es bastante menos épica.

Aunque Trump presume de haber frenado conflictos en Medio Oriente, Asia y África, la mayoría de los escenarios que cita siguen abiertos o apenas se encuentran en un frágil alto el fuego. Su narrativa de victorias contrasta con un panorama internacional marcado por guerras activas, crisis humanitarias y acuerdos incompletos.

Bombas en nombre de la paz

Uno de los ejemplos más claros de esta contradicción fue la reciente escalada entre Israel e Irán. Trump se presentó como mediador, pero su contribución fue autorizar bombardeos estadounidenses contra instalaciones nucleares iraníes, alineándose con Tel Aviv y prolongando el conflicto. El alto el fuego que detuvo los combates tras 12 días no fue fruto de una negociación política, sino de un cese táctico de hostilidades impuesto por la resistencia iraní.

Lo mismo ocurre en otros frentes. En Camboya y Tailandia, la tregua fue lograda gracias a la mediación de la ASEAN y no a la presión de Washington, que se limitó a amenazar con sanciones comerciales. En Congo y Ruanda, el acuerdo respaldado por Estados Unidos fracasó, mientras el grupo armado M23 sigue masacrando civiles y desplazando a cientos de miles.

Conflictos “resueltos” que no lo están

Trump también se atribuye la paz en escenarios donde el conflicto terminó mucho antes de su mandato, como Serbia y Kosovo. En 2020 su gobierno facilitó un pacto económico, pero las tensiones volvieron a recrudecer en 2022, lo que desmonta el argumento de que logró cerrar ese frente.

En otros casos, como India y Pakistán o Armenia y Azerbaiyán, los supuestos logros de la Casa Blanca se limitan a declaraciones de intenciones o treguas temporales que no han resuelto las causas de fondo de los enfrentamientos.

Silencio ante Gaza y Ucrania

El caso de Gaza es quizá el más revelador. Pese a que la ofensiva israelí ha dejado más de 65 000 palestinos muertos, Trump ha respaldado política y militarmente a Tel Aviv y ha vetado en el Consejo de Seguridad resoluciones que pedían un alto el fuego inmediato. Su papel en Ucrania tampoco ha pasado de declaraciones ambiguas: mientras pide a Kiev “ceder territorios”, dice apoyar su derecho a recuperar las fronteras originales.

Nobel de Paz: ambición o ironía

En conjunto, el balance de la política exterior de Trump muestra más bien una estrategia de poder duro —bombardeos, sanciones y presión económica— antes que una diplomacia genuina orientada a la paz. Su insistencia en presentarse como candidato al Nobel suena más a ambición personal que a reconocimiento internacional sustentado en hechos.

Mientras el mundo sigue en guerra y la ONU advierte de posibles crímenes de lesa humanidad en Congo, Yemen, Gaza y otras regiones, la autoproclamación de Trump como “pacificador global” parece, al menos por ahora, más un recurso de campaña que una realidad tangible.

Crisis humanitaria en Gaza.

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Fotos: X

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