Columnas

Miguel Barbosa y la escasa memoria de Morena en Puebla

Hace tres años, el 13 de diciembre de 2022, el exgobernador Miguel Barbosa falleció. La muerte lo visitó en su mejor momento político y de gobierno, pues desde su toma de protesta en 2019 tuvo que navegar a contracorriente en diversos escenarios, ya fuera por la pandemia de la COVID-19 o por la disputa interna que, desde Morena en Puebla, se gestaba ante su natural liderazgo político dentro del partido.

Partió después de haber participado en la mítica e interminable marcha encabezada por López Obrador en la Ciudad de México, el 27 de noviembre de 2022, en la que AMLO caminó durante casi seis horas hasta llegar al Zócalo. Misma marcha que, confesó el expresidente López Obrador, fue inspirada en la iniciativa de Miguel Barbosa, quien pospuso su propia marcha para realizarla el 4 de diciembre de 2022, nueve días antes de su fallecimiento.

En la marcha realizada en Puebla, Barbosa fue acompañado por la clase política de Morena en Puebla, que buscó —en todas las maneras posibles— disminuir su influencia partidista y no lo logró.

Barbosa tuvo una resistencia férrea desde su llegada a Morena en 2017, incorporándose al Movimiento de Regeneración Nacional y trayendo consigo a una veintena de senadores que coordinaba en ese momento en el PRD, para apoyar la campaña de Delfina Gómez en el Estado de México.

Nunca la tuvo fácil. Desde el inicio fue a contracorriente.

Se hizo de la candidatura en 2018 después de vencer, en un proceso interno, a cuadros como Abelardo Cuéllar, Alonso Aco y Rodrigo Abdala. Era Miguel Barbosa el único personaje de talla, capaz de hacer frente al morenovallismo que impulsaba a Martha Erika Alonso a la gubernatura, en un clima reeleccionista y de cooptación absoluta que había impuesto Rafael Moreno Valle sobre los poderes públicos en Puebla.

Así se lo llegué a escuchar innumerables veces al Dr. Carlos Figueroa Ibarra, quien definía, de una forma muy clara, que el único que podría competir y vencer al morenovallismo era Barbosa: “Para cabrón, cabrón y medio”, expresaba Carlos en los calurosos mítines.

Después de consumado el fraude electoral de 2018, Miguel Barbosa no frenó su voluntad. Decidió encabezar un movimiento de resistencia ante la oscura e interminable noche que impondría, por tercer periodo consecutivo, el morenovallismo. Ese pequeño frente se levantaba en la Plaza de la Democracia, frente al edificio Carolino. Las personas, particularmente de la clase dirigente, que acompañaban a Barbosa en ese momento eran tan pocas que podrían caber en una oración.

El 24 de diciembre de 2018 la historia política de Puebla dio un giro estremecedor. El deceso de los exgobernadores Rafael Moreno Valle y Martha Erika Alonso obligaba jurídicamente a convocar a nuevas elecciones.

Barbosa tomó protesta el primero de agosto de 2019. Así llegó el primer gobierno de izquierda a Puebla.

Ad mortem, las críticas públicas y privadas en contra del gobierno de Miguel Barbosa se han multiplicado como norma. Siendo gran parte de la clase periodística quien adjetiviza con los peores términos el gobierno de Barbosa, cuando antes esas mismas plumas lo dibujaron como el mejor gobernador de la historia. Algo similar pasó con varios de los cuadros políticos que Barbosa impulsó y que a él deben su consolidación. No solamente hay desmemoria, sino una furtiva crítica de su gestión.

Miguel Barbosa trató de consolidar una nueva clase política en Puebla; no lo consiguió. No por falta de voluntad, quizá más bien por falta de capacidad de los cuadros por los que apostó. Pero su gestión tuvo, indudablemente, símbolos y prácticas de un gobierno de izquierda: la atención directa a la ciudadanía vía los Martes Ciudadanos; la no ocupación de Casa Puebla como residencia oficial, convirtiéndola en un espacio de uso público; el impulso al llamado Grupo de Puebla —articulación de liderazgos latinoamericanos, expresidentes en pro de la integración regional—; y un modelo comunicativo de resistencia a las narrativas tradicionales, como lo fueron sus conferencias de prensa.

El apoyo al campo es, sin duda, el gran legado de Miguel Barbosa. En su periodo se dio un aumento sin precedente para el campo en el presupuesto estatal, un apoyo histórico. Mismo que mantuvo Sergio Salomón y ahora ha incrementado el gobernador Alejandro Armenta.

No es casual que la secretaria de Agricultura designada por Miguel Barbosa en su gobierno haya sido ratificada por los dos siguientes gobernadores.

Remate: El camino que comparten Miguel Barbosa y Alejandro Armenta

El gobernador Alejandro Armenta ha sido enfático en las complicaciones financieras que ha representado para el erario el definido “Cártel de las concesiones”, cuya deuda podría superar los 100 mil millones de pesos. Semana a semana, Alejandro Armenta exhibe narrativamente el perjuicio que obras como el Museo Barroco, CIS, Teleférico, Estrella de Puebla, Tren Turístico y Agua de Puebla han representado como una carga fiscal que el Estado podría implementar en obra social. Así también lo denunció Miguel Barbosa en su momento, y esa obligación debería tenerla cualquier gobernante, no solo los de la 4T. Pues comprometieron recurso público por más de 40 años, para beneficio de unos pocos concesionarios.

Curiosamente, ese camino de denuncias públicas que comparten Miguel Barbosa y Alejandro Armenta no lo transitó Sergio Salomón.

La Cuarta Transformación es un movimiento político-ideológico. Y, en términos ideológicos, la forma es fondo.

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