El dirigente nacional del PRI, Alejandro “Alito” Moreno Cárdenas, volvió a encender la polémica con un discurso cargado de insultos y descalificaciones durante una entrevista en redes. En lugar de presentar argumentos de fondo o propuestas, el líder priista optó por llamar “pendejos” a los gobiernos de Morena, lo que ha generado críticas por el tono agresivo y carente de altura política.
Durante su conversación con el empresario Carlos Alazraki, Moreno intentó justificar el pasado reciente del PRI comparándolo favorablemente con la actual administración federal, afirmando que el tricolor sí sabía gobernar, mientras que el oficialismo actual no. En su intervención, se refirió a los morenistas como cínicos, corruptos y, en sus palabras, incapaces para ejercer el poder. Sin embargo, evitó profundizar en los múltiples señalamientos de corrupción y escándalos que marcaron el sexenio de Enrique Peña Nieto, al que defendió sin autocrítica.
Además de sus ataques a Morena como partido, “Alito” también lanzó cuestionamientos al liderazgo de Claudia Sheinbaum, asegurando que no cuenta con el respaldo total de su bancada. Según su versión, líderes como Adán Augusto López y Ricardo Monreal no estarían alineados con la presidenta, aunque no presentó evidencia clara de tales divisiones más allá de su percepción personal.
En un tono aún más beligerante, el dirigente priista acusó al hijo del expresidente Andrés Manuel López Obrador, Andrés Manuel López Beltrán, de ser una figura impuesta sin mérito propio. Afirmó que incluso entre los legisladores de Morena hay quienes rechazan su presencia, aunque nuevamente se basó en comentarios supuestamente escuchados “en corto” y no en declaraciones públicas verificables.
Las declaraciones de Moreno han sido interpretadas por diversos analistas como parte de una estrategia para mantenerse vigente dentro del debate político, aprovechando el escándalo y la confrontación como herramientas de posicionamiento, más que una apuesta por el diálogo o la propuesta.
Cabe recordar que Alejandro Moreno enfrenta múltiples cuestionamientos por su propio desempeño al frente del PRI, partido que ha perdido fuerza electoral en los últimos años y que ha sido señalado por prácticas antidemocráticas y escándalos internos. Su estilo de liderazgo, centrado en el ataque verbal, ha sido criticado tanto por opositores como por integrantes de su propio partido.
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