El presidente Donald Trump ha presentado oficialmente su esperado Plan de Acción de IA, una hoja de ruta tecnológica elaborada con fuerte influencia de sus aliados en Silicon Valley, en particular figuras como David Sacks, Marc Andreessen y Elon Musk. El anuncio representa un giro radical en la política tecnológica estadounidense, con propuestas que benefician ampliamente al sector privado y eliminan regulaciones clave implementadas durante el gobierno de Joe Biden.
El plan —coordinado con el pódcast All-In y el foro bipartidista Hill and Valley— refleja el estrecho vínculo entre el actual gobierno republicano y una élite de inversionistas tecnológicos que respaldaron la campaña de Trump. Tras regresar a la Casa Blanca en enero, el mandatario revocó las normativas que promovían una IA segura, ética y regulada, y dio a sus asesores seis meses para reescribir las reglas del juego.
Uno de los pilares más polémicos del nuevo plan es su cruzada contra el llamado “sesgo ideológico” en los sistemas de inteligencia artificial. La administración Trump pretende prohibir que el gobierno contrate a empresas tecnológicas que no garanticen “objetividad” en sus algoritmos, eliminando referencias a “diversidad, equidad, inclusión, desinformación y cambio climático” en las evaluaciones de riesgo.
Este enfoque ha sido impulsado por David Sacks, exejecutivo de PayPal y ahora “zar de IA” en el gobierno de Trump. Sacks ha criticado abiertamente lo que califica como “IA woke”, en referencia a herramientas como ChatGPT o Gemini de Google, acusándolas de promover una agenda progresista. El caso del “George Washington negro” generado por un modelo de Google es citado como ejemplo de este supuesto sesgo.
Otro componente central del plan es la aceleración de los permisos para construir centros de datos y fábricas de IA, incluso a costa de relajar las protecciones ambientales. Se propone debilitar leyes como la de aire limpio y agua limpia, con el argumento de que la infraestructura de IA necesita grandes cantidades de energía para operar y competir globalmente.
Trump vincula este impulso a su agenda energética, promoviendo el uso de combustibles fósiles, carbón, gas y energía nuclear. Las grandes tecnológicas como OpenAI, Amazon, Meta y xAI ya tienen en marcha megaproyectos para nuevas instalaciones, como el complejo Stargate en Texas respaldado por Oracle.
Sin embargo, expertos advierten que estos desarrollos tendrán un alto costo ambiental. Según la ONU, para 2030 los centros de datos podrían consumir tanta electricidad como todo Japón hoy, y se ha instado a que toda esa energía provenga de fuentes renovables.
¿Tecnología para quién?: Preocupaciones por desregulación y concentración de poder
El plan de Trump busca además evitar que los estados impongan sus propias regulaciones de IA, amenazando con restringir financiamiento federal a aquellos con marcos regulatorios considerados “obstáculo”. Aunque una propuesta legislativa para prohibir leyes estatales de IA durante una década fue recientemente rechazada en el Senado, el Plan de Acción de Trump retoma esa idea bajo otra forma.
La iniciativa ha generado preocupación entre más de 100 grupos ciudadanos, sindicales, ambientales y de derechos civiles que esta semana impulsaron un “Plan de Acción de IA del Pueblo” como alternativa. Denuncian que la propuesta de Trump responde más a intereses corporativos que al bienestar público.
Amba Kak, codirectora del Instituto AI Now, alertó que el gobierno se está alineando completamente con las grandes tecnológicas: “Cada vez que preguntamos por el aire, el agua, nuestros trabajos, nos responden con ‘¿y China qué?’”, dijo en conferencia de prensa.
Con Silicon Valley a bordo, el presidente avanza en su proyecto de una IA sin freno regulatorio, sin inclusión como principio, y cada vez más dependiente de infraestructura contaminante. En el camino, amenaza con desmontar años de avances hacia una tecnología más justa y responsable.
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