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¿Enmarcó un solsticio de invierno la mítica fundación de Tenochtitlán?

La investigación abre la posibilidad de que la fundación no fue meramente un acto constructivo, sino un profundo ritual de consagración

CIUDAD DE MÉXICO, 25 DE JULIO DE 2025. Un nuevo estudio profundiza en la enigmática fundación de México-Tenochtitlan, la capital mexica que emergió de un entorno lacustre para convertirse en el corazón de un vasto imperio. El libro «Entre el cielo y el lago: La fundación de México-Tenochtitlan», del investigador Ismael Arturo Montero García de la Universidad del Tepeyac, ofrece una perspectiva innovadora que entrelaza la arqueología, la astronomía y la cosmovisión prehispánica para comprender los complejos motivos detrás de la edificación de esta portentosa urbe.

A propósito de los 700 años del nacimiento de la ciudad prehispánica, Montero García, colaborador en proyectos de arqueología subacuática y de alta montaña del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), condensa elementos de espacio, tiempo, medio ambiente, mitología y trazo urbano. Su obra se adentra en los orígenes de un lugar que los mexicas consideraban el centro del universo, una metrópoli que, según los registros históricos como el Teocalli de la Guerra Sagrada, nació en el año 2-Casa (1325 d.C.), inicialmente como Cuauhmixtitlan y luego como Tenochtitlan.

El Templo Mayor: Observatorio y Centro del Universo Mexica

Montero García argumenta que los mexicas no conmemoraban una fecha fundacional en el sentido moderno, sino que evocaban la consagración del Huey Teocalli al término de cada etapa constructiva, como la ampliación de 1487, acompañada del encendido del Fuego Nuevo durante la veintena de Panquetzaliztli. El arqueoastrónomo propone que la fundación mítica de México-Tenochtitlan debió ocurrir en esta veintena, coincidiendo con la veneración a Huitzilopochtli, su dios tutelar. Esta fecha se alinea con la conjunción de Venus y el Sol durante el solsticio de invierno, vinculada al nacimiento ritual de Huitzilopochtli.

El autor postula que el Templo Mayor funcionó como un observatorio astronómico de precisión, capaz de registrar la posición del Sol sobre el horizonte de la Cuenca de México. Esta hipótesis abre nuevas vías de reflexión sobre el momento en que los mexicas concibieron el origen de su ciudad, sugiriendo que la fundación no fue meramente un acto constructivo, sino un profundo ritual de consagración. Se trataba de establecer su templo y espacio sagrado como el axis mundi de Anáhuac, el centro simbólico del universo mexica.

Además, el investigador destaca la segmentación del año en periodos de 73 días a partir del solsticio de invierno, lo que determinó el eje de simetría del Templo Mayor y, consecuentemente, el trazo urbano de Tenochtitlan. Esta alineación se mantiene en la traza actual del Centro Histórico de la Ciudad de México, una permanencia simbólica del Huey Teocalli. En última instancia, los mexicas buscaban evocar un momento mítico para explicar su historia, legitimar su linaje y proyectar su destino sagrado, una narrativa que fue reformulada en el siglo XIV por el tlatoani Itzcóatl y el cihuacóatl Tlacaélel para consolidar el discurso ideológico tras la victoria sobre Azcapotzalco y la formación de la Triple Alianza.

FOTOGRAFÍA: ESPECIAL

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