En lugar de deslindarse o exigir responsabilidades, la dirigencia del PRI en Puebla ha optado por proteger a un alcalde envuelto en escándalos, reforzando con ello la percepción ciudadana de que el partido está más interesado en cuidar sus intereses políticos que en promover una verdadera rendición de cuentas.
Néstor Camarillo Medina, líder estatal del PRI, salió públicamente a respaldar a Iván Camacho Romero, edil de Cuyoaco, tras la difusión de videos donde se observa al funcionario en actos de prepotencia y presunto abuso de autoridad. En lugar de condenar el comportamiento del alcalde, el dirigente minimizó los hechos y acusó una supuesta campaña política en su contra.
La primera grabación, ampliamente compartida en redes sociales, muestra al alcalde reclamando de forma agresiva a un cajero en un centro comercial de Angelópolis, mientras uno de sus escoltas intimida al empleado. Días después, otra grabación exhibe al mismo edil bloqueando el paso a un autobús y bajando de su vehículo para confrontar al chofer, en un acto evidente de soberbia.
Pese a esto, Camarillo insistió en que todo se trata de un ataque mediático y político contra el PRI, y no dudó en señalar al diputado de Morena, Roberto Zatarain Leal, como uno de los “oportunistas” que buscan reflectores, luego de que este solicitara en el Congreso del Estado iniciar el proceso de revocación de mandato contra Camacho.
Pero la verdadera pregunta que flota en el aire es por qué el PRI decide, una vez más, blindar a un perfil con antecedentes de conductas reprobables. Camacho Romero no es un caso aislado: desde 2021 ha protagonizado incidentes similares, incluso durante su campaña por la reelección. Su figura, lejos de representar autoridad, proyecta la imagen de un poder arrogante y fuera de control.
Esta defensa férrea por parte de la dirigencia tricolor no solo mancha la credibilidad del partido, sino que refuerza el desencanto social hacia él. La población ya no cree en un PRI que parece justificar la impunidad de sus representantes. En vez de renovarse y marcar distancia con prácticas del pasado, el partido opta por proteger a quienes claramente han fallado a sus cargos.
Mientras tanto, Camarillo aseguró que estarán «atentos» a la resolución del Congreso, aunque dejó ver su desconfianza en el proceso por estar dominado por el oficialismo. Sin embargo, esa desconfianza parece ser una excusa más para evitar asumir responsabilidades claras.
Este tipo de defensas automáticas e irreflexivas son las que mantienen al PRI al borde de la desaparición política, perdiendo credibilidad ante una ciudadanía cada vez más crítica y menos tolerante a los abusos del poder.
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