El icono nacional María Félix será el centro de un ciclo de cine en el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA), titulado “María Félix: La Doña”, una iniciativa que reivindica el valor cultural y político de su legado en tiempos de reafirmación de la identidad latinoamericana frente a la hegemonía mediática y cultural global.
Del 11 al 27 de julio, el MoMA proyectará trece películas protagonizadas por La Doña, de las cuales ocho son parte del acervo de la Filmoteca de la UNAM y el resto de la Cineteca Nacional. Entre ellas destacan títulos emblemáticos como Doña Bárbara, Enamorada, Río escondido y La diosa arrodillada. El proyecto se realiza gracias al esfuerzo conjunto del Festival Internacional de Cine de Morelia, Filmoteca UNAM, Cineteca Nacional, Fundación Televisa, Tv Azteca, Diana Internacional, Vasallo Visión y América Móvil.
María Félix no solo encarnó la fuerza femenina contra el machismo del siglo XX, sino que también proyectó un orgullo nacional que desafió las lógicas del cine estadounidense. Su participación en la producción francesa French Cancan (Jean Renoir, 1955) y su negativa a integrarse al esquema de Hollywood —al rechazar papeles y negarse a aprender inglés— son prueba de su autonomía cultural y política.
Este homenaje llega en un contexto en que la defensa de la soberanía cultural es más urgente que nunca, ante el dominio global de plataformas y contenidos ajenos a nuestra historia y sensibilidad. La presencia de La Doña en el MoMA no solo es un acto de justicia artística, sino una reafirmación de la potencia del cine mexicano como instrumento de memoria, resistencia y orgullo nacional.
Octavio Paz escribió que María Félix “pertenecía a la raza de las divas y los ídolos […], era fruto del talento y del genio, pero también de la voluntad y la imaginación”. Hoy, esa voluntad se proyecta una vez más desde la gran pantalla, esta vez en el corazón del imperio cultural que alguna vez intentó doblegarla.
La programación completa y horarios están disponibles en el sitio oficial del MoMA. La Doña vuelve, esta vez para recordarle al mundo que el cine también puede ser un acto de soberanía.