Botar es la acción de arrojar un cuerpo elástico contra una superficie dura para que retorne a través del retroceso del impulso, esa definición fue la que me enseñaron hace muchos años, más de los que recuerdo.
Hace algunos días se emitió el acuerdo del INE en el que se impone varias multas a manera de sanción a quienes aparecieron en los “acordeones” derivados de la elección judicial que se llevó hace un par de meses.
El razonamiento para ello es que tanto inducir el voto como inducir a no votar es un delito, sin embargo, no hay un vínculo causal, es decir, no se puede determinar que ninguno de los candidatos hizo esos panfletos y que ellos los hubieran pagado, distribuido ni orquestado.
Todo esto es cosa conocida, estas breves líneas no aportan nada diferente a lo que pudieran leer en cualquier otro medio, entonces se preguntarán, por qué hablas de ellos. Bueno porque yo creo que el voto es otra cosa.
Durante años se ha establecido que el voto es libre y secreto, en ese espacio casi personal se establece que inducir a votar o no votar afecta la libertad personal y eso es lo que se tipifica, así como privarte de la libertad de tránsito, o la de elección pueden ser delito como secuestro o extorsión, privarte de la libertad de votar por quien quieras es un delito de características electorales.
Ahora bien, votar no es necesariamente la capacidad de elegir y las elecciones no son automáticamente signos de la existencia de una democracia. Durante la historia de la humanidad han existido multitud de sufragios como también hemos conocido una gran diversidad de sistemas electorales, con muchas formas distintas de votar. Solo para recordar en México votaron los criollos, después los hombres, después los ricos, hasta años recientes pueden votar las mujeres, los pobres o los indígenas. Y no nos escudemos en que la ley señala que todos somos iguales y miento, basta con no poner la urna en un lugar de fácil acceso para que una sección completa no vote.
Pero ello hay que recordar, que el derecho de votar es de origen aristocrático y el espíritu de las elecciones es de origen meritocrático, peleando la idea griega de designación por sorteo, y por ello, por ser aristocráticas y meritocráticas no siempre ni necesariamente son democráticas.
También se ha establecido por años que la participación ciudadana es necesaria para que la democracia sea efectiva y el derecho democrático de expresar tus preferencias en las urnas sea real. La intervención activa de todos y cada uno de los ciudadanos en los asuntos de interés público es lo que llamamos participación real. Esta es la base para la cultura democrática y al final, para la politización de la sociedad que se supone es la llave para una sociedad democrática y las panaceas del sistema; TODO ELLO DESDE NUESTRA LAMPARITA, porque individualizamos el voto, es decir, queremos participar, pero desde un pequeñísimo espacio, el personal.
Yo a esto digo que no, el voto es una cuestión social, es un compromiso con mi medio porque así se vota, quién no ha llegado a su casa o con sus amigos o vecinos y pregunta “¿con quién vamos?”, “¿quién es el bueno?” y eso no es desde el egoísmo, es desde el espíritu de que tu comunidad prospere. Esto es, más allá de aceptar de manera terrible que los mensajes mediáticos dictan la manera de votar de las masas y en esos mensajes las clases dominantes ganan a los que no tenemos acceso a ellos, los ciudadanos de a pie cotamos conforme a cosas más sencillas pero a la vez más valiosas para nosotros, votamos por nuestro nivel económico u estatus social, por el lugar en que está nuestra casa, incluso, por qué religión tenemos y en cosas aún más inentendibles para los comentaristas, votamos simplemente porque es un hombre o una mujer o porque es joven o viejo.
Esto nos lleva a afirmar que nuestro voto nos da pertenencia, votamos desde nuestra familia, nuestras amistades, nuestro trabajo, o desde nuestra vecindad e influidos por individuos de confianza personal, no necesariamente los mal llamados líderes de opinión, sino desde nuestra experiencia con personas que reconocemos, nuestro padre, el amigo que siempre ha estado politizado, el pariente que puede obtener un puesto político, el patrón que amenaza, en fin, el voto es social. Esto lo podemos simplificar en los patrones votan por mantener sus privilegios, los trabajadores cuando pueden votar libremente lo hacen para obtener derechos y en términos generales, todos lo hacemos por un bien en el que creemos.
Con esto justifico la existencia de los acordeones, no necesariamente, pero si me llama la atención que en la cabeza de las personas solo sea motivo de escarnio el acordeón, pero no los llamados de la oposición a no votar cuando ambos afectan esa libertad individual tan preciada para esos paladines de la democracia. Solo se protege que vienen desde el sesgo ideológico del que pertenecemos, es decir, si no quiero que cambien el poder judicial o soy anti 4t o simplemente me “cagan” los de izquierda entonces es un fraude a la democracia y una farsa y activamente llamaré a no votar y condenaré un acordeón, sin tener en cuenta que hay toda una ciudadanía que es contraria a ese pensamiento y para ellos ir a votar es un apoyo total a sus preferencias políticas y tener un acordeón facilita su ejercicio democrático.
Y todo esto deja de lado algo verdaderamente importante, la gente fue a esperar un cambio en su situación, a esperar un retorno que les facilite la vida, a cambiar el orden social, votaron para que jueces, magistrados y ministros no sean para “los que pueden pagar” sino para todos. Fueron a botar su vida votando.
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