En el estado de Morelos ha partido un servidor público cuya trayectoria marcará huella. El lunes por la mañana se confirmó el fallecimiento de Juan Salgado Brito, Secretario de Gobierno del Estado de Morelos, a los 77 años de edad.
Salgado Brito deja más que una vacante administrativa: deja una biografía: deja una biografía extensa, de más de cinco décadas, y un legado que invita a reflexionar sobre el sentido del servicio público en nuestra entidad. Originario de Morelos, su formación en Derecho y su temprana incursión en la política lo posicionaron como un actor relevante en la vida pública local. Durante su trayectoria ocupó cargos municipales, legislativos y estatales, y su último servicio a favor de los morelenses fue al frente de una de las secretarías clave del Gobierno estatal.
En Morelos, los retos de gobernabilidad, seguridad, derechos humanos y participación ciudadano siguen vigentes. Salgado Brito los tenía en su agenda, y ahora será nuestra responsabilidad, como sociedad y como ciudadanos, continuar son esa labor.
El fallecimiento, según medios locales, se debió a un paro cardíaco tras una afección pulmonar que lo aquejaba.
Ahora el desafío recae en quienes lo reemplazarán y en la ciudadanía que exige resultados: ¿Cómo garantizar que la gobernabilidad no se interrumpa? ¿Cómo evitar que la transición sea solo formal y no funcional? Salgado Brito entregó un legado de diálogo, de institucionalidad y de -según reportes- “causas sociales”. Que ese legado sea más que palabras en un comunicado; que sea punto de partida para reconstruir confianza, fortalecer la participación ciudadana y mantener viva la vocación de servicio público.
En estos tiempos en que el servicio público es visto con distancia o recelo, su partida puede servir como recordatorio: la política no es solo partidos, es también gestión, ética y compromiso con el bien común. A quienes quedamos -ciudadanos y ciudadanos- nos toca la tarea de mantener viva esa aspiración.
Descanse en paz, doctor Juan Salgado Brito, y que el estado de Morelos honre su memoria no solo con palabras, sino con hechos que reflejen el compromiso y la dignidad que la función pública exige.
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