Producto de la llamada “marcha de la generación Z” en Puebla, el gobernador Alejandro Armenta ha hecho frente político y declarativo a las andanadas que el PAN en Puebla —encabezados ahora por Rafael Micalco— han impulsado desde la comodidad de Twitter. Sin una gota de sudor o desgaste de suela en los tenis, los liderazgos de Acción Nacional en Puebla buscaron instrumentalizar la marcha —que hipotéticamente era de carácter apartidista— para fijar, indirectamente, un posicionamiento en contra de la presidenta Sheinbaum y del gobernador Armenta.
Además del activismo tuitero, quedó constancia del presunto uso del aparato del gobierno municipal de San Andrés Cholula —presidido por la panista Lupita Cuautle—, pues operadores políticos ligados a su ayuntamiento fueron los encargados de coordinar acciones en el desarrollo de la marcha.
El gobernador Armenta retomó un video que previamente había presentado la presidenta Sheinbaum en su conferencia. En él se escucha la participación del ex canciller Jorge Castañeda en un programa de La Hora de Opinar, en el marco de la campaña presidencial de 2024. Castañeda afirma que la estrategia que debía impulsar la oposición era la del manual del “go negative”; en esencia, es la implementación de campañas negativas que, a partir de calumnias, fake news y difusión masiva, buscan alterar la percepción con mecanismos de guerra mediática.
En un momento posterior, el gobernador hizo un repaso de las “obras emblemáticas” del morenovallismo y de cómo tales obras han generado una ineludible deuda a las finanzas públicas, comprometiendo recursos que bien podrían ser utilizados en beneficio social.
Es ahí cuando el gobernador arremetió: “Mi partido debería decir esto, no yo… pero ¿qué le vamos a hacer? Lo bueno es que estoy preparado para el debate. Fui presidente del Senado”.
El “regaño” del gobernador se da en marcos lógicos de jerarquía política. Si bien el gobernador asume su identidad partidista y que es Puebla un componente del proyecto general-nacional, el debate político debería darse entre pares, siendo la dirigencia estatal de Morena, los legisladores locales y federales, así como los actores políticos, los que salgan al primer encuentro en cuanto a posicionamientos. Se percibe un aura de reproducción literal del discurso del gobernador por parte de la clase política poblana, con afán quedabien, pero descuidando la investidura del gobernador, obligándolo a salir en el cruce de declaraciones —frente a diputados locales del PAN—, producto del vacío argumentativo que los actores locales de Morena no llenan.
Ese es solo el primer paso que la dirigencia y la clase política de Morena en Puebla deberían dar al frente: el de tener presencia argumentativa, ser parte del debate de las ideas. Se complejiza tal hecho cuando la capacidad de los cuadros políticos de Morena para debatir es limitada. Tomando por ejemplo la rueda de prensa del pasado lunes, en la que la dirigencia local de Morena convocó a rueda de prensa después del regaño del gobernador, de las cuatro personas que emitieron posicionamiento solamente Agustín Guerrero —un cuadro probado de izquierda, con trayectoria nacional— lo hizo sin leer; en confianza a su oralidad e ideas, emitió su mensaje. Pareciera algo menor, pero la esencia de la actividad política es la de provocar emoción, transmitir ideas. El presidente del Consejo, la presidenta del Comité Estatal y el representante electoral se limitaron a leer un escrito —que no sabemos quién escribió— dispersando completamente la atención de la prensa y de los oyentes. El siglo XXI debe traer consigo actores políticos que comuniquen —sin leer— como lo hace el gobernador en cada conferencia de prensa, cuya duración rebasa, en promedio, los 60 minutos. Es inverosímil, en términos de ciudadanía, depositar su confianza en los rumbos del gobierno en personas que no logren transmitir con sencillez y claridad, de viva voz, los mecanismos y rutas que emplearán para los destinos sociales.
El segundo paso al frente es sumamente más complejo. En esa misma conferencia de prensa, el gobernador expuso que no debe darse la comunicación únicamente en el “circulito rojo”, sino que la sociedad debe enterarse de cómo la oposición busca boicotear o ensuciar el proyecto de la 4T —comunicando, por ejemplo, en alcances populares qué es el “go negative”—.
Tal hecho solo podría realizarse si hubiera un proceso real de la revolución de las conciencias; para ese fin, el partido debería ser el vehículo natural para transmitir, pedagógicamente y en el entendimiento de las mayorías, los retos y diques que ha tenido Morena en Puebla.
Morena en Puebla tendrá buenos números en los parámetros nacionales al finalizar el proceso de afiliación. Cientos de miles de nuevos militantes serán incorporados —en el papel y en bases de datos electrónicas— a la transformación de Puebla. Pero lo trascendente será que esos militantes nuevos sean incorporados a la aún inconclusa “revolución de las conciencias”, a través de procesos claros de formación política y pedagogía popular, que hoy día, en Puebla, por parte del partido, son un gran pendiente.
El reto de la clase política poblana no debería ser tratar de emular las poses y formas del gobernador Armenta, sino ayudarle en la construcción y continuidad del proyecto de transformación: debatiendo, legislando y llevando los procesos políticos a los sectores sociales.
Que Morena —y sus cuadros— no deje solo al gobernador.












