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México: lo que hay detrás de la agresión a Noroña

El miércoles 27 de agosto del presente año se dio una escena nunca vista en México. En el contexto de una reunión de la Comisión Permanente del Congreso de la República, un grupo de legisladores priistas agredió física y verbalmente a Gerardo Fernández Noroña presidente del Senado y en ese momento presidente de la referida Comisión Permanente. La revisión reiterada de los distintos videos que han circulado hace concluir al espectador que la agresión fue encabezada por el presidente nacional del Partido Revolucionario Institucional y Senador de la República Alejandro Moreno y que en ella también participaron también el senador y jefe de la bancada priista en el Senado Manuel Añorve Baños, Rubén Moreira jefe de la bancada del mismo partido en la Cámara de Diputados además de los diputados federales también priistas Carlos Gutiérrez Mancilla, Erubiel Alonso y Pablo Angulo.

También es posible concluir que la agresión fue planificada y no producto de un arrebato emocional. Alejandro Moreno subió airado a la tribuna del Senado mientras se cantaba el himno nacional pues finalizaba la sesión, y en medio de la entonación del símbolo patrio, comenzó a jalonear a Fernández Noroña y hacerle reclamaciones airadas. Mientras eso sucedía Rubén Moreira se colocó atrás de éste último mientras en el extremo izquierdo de dicha tribuna se posicionaba Manuel Añorve. En el extremo derecho se situó el diputado Gutiérrez Mancilla y entre los dos extremos se ubicaron Pablo Angulo y Erubiel Alonso. En pocas palabras era una encerrona.

Al terminar el himno nacional, Moreno escaló la agresión hacia Fernández Noroña con jalones, empujones y puñetazos. Cuando se interpuso un ayudante de Noroña, Emiliano González, Moreno lo empujó y lo hizo caer al suelo. Moreno persiguió a Fernández Noroña mientras Alonso y Gutiérrez Mancilla pateaban en el suelo al ayudante González. Gutiérrez todavía se dio tiempo de alcanzar al presidente del Senado y darle un puñetazo en la nuca mientras Moreno se regresaba a darle una patada más a González. Todo esto en medio de insultos y amenazas de muerte.

El hecho en sí de grave índole pasará a la historia parlamentaria de México como una indignante anécdota. Lo que resulta más importante es conocer el origen de la agresión, la cual es presentada por los grandes medios como una pelea a puñetazos en la que Moreno y Fernández Noroña igualmente participaron, lo cual es una absoluta falsedad: Moreno fue el agresor. También resulta revelador de lo que son esos grandes medios de comunicación que sus voceros más conocidos y otros no tanto, estén diciendo que Fernández Noroña provocó esa agresión por su historial de aguerrido y abierto polemista en contra de la derecha mexicana. No hubo ninguna provocación en el incidente, excepto que Fernández Noroña participó en un áspero debate como siempre lo ha hecho.

¿Cuál fue el origen de la agresión a Fernández Noroña? A gritos Moreno pedía que se alargara la sesión con una ronda final de diez minutos por intervención lo cual Fernández Noroña puso a consideración de la plenaria de la Comisión Permanente y ésta votó que el asunto estaba suficientemente discutido y dio por terminada la sesión. Esto enfureció a Moreno y sus compañeros de partido. Pero no es esto lo que está en el fondo de la violencia fascistoide que están mostrando los priistas involucrados. Lo que está en el fondo de todo esto es el tema esencial de la sesión del 27 de agosto: la condena de la mayoría de la Comisión Permanente a las acciones que está realizando la derecha mexicana más agresiva para que Estados Unidos intervenga militarmente en México.

El 2 de agosto, Alejandro Moreno el presidente del PRI, viajó a Estados Unidos, específicamente a Washington DC para entrevistarse con funcionarios del Departamento de Estado y de diversas agencias de seguridad de dicho país, reuniones en las cuales Moreno denunció los vínculos con el narcotráfico del gobierno mexicano, de dirigentes del partido Morena, diversos gobernadores y también del propio Andrés Manuel López Obrador. Tres semanas después Lilly Téllez senadora del Partido de Acción Nacional, dio una entrevista difundida el 24 de agosto al programa Fox and Friends Weekend de la cadena televisa Fox News, en la que calificó a México como un “narcoestado” y expresó que el apoyo de Estados Unidos para enfrentar al crimen organizado sería “bienvenido”.

La sesión de la Comisión Permanente del 27 de agosto discutió estos hechos y acordó emitir un pronunciamiento en contra de la intervención extranjera en México. No se hicieron esperar las denuncias y condenas en la Comisión Permanente a las acciones de Moreno y Téllez y de otros personajes que han expresado posiciones similares. Tampoco estuvieron ausentes las acusaciones de “traición a la patria” en la que los legisladores priistas y panistas llevaron la peor parte. La encendida sesión terminó con los legisladores mencionados convertidos en matones de barrio.

Al fondo de la controversia que terminó con la violenta agresión a Fernández Noroña, hay que agregar el contexto regional que las enmarca. Se trata de la política exterior del gobierno de Donald Trump que ha encontrado un nuevo pretexto para escalar su intervencionismo imperialista. Si antes era la defensa de la democracia y la lucha contra el comunismo, o como sucedió con Irak la patraña de que poseía armas de destrucción masiva, ahora el pretexto es la defensa nacional de los Estados Unidos contra los cárteles del narcotráfico que han sido declarados organizaciones terroristas. La Casa Blanca le ha puesto un precio de 50 millones de dólares a la cabeza de Nicolás Maduro por considerarlo el jefe de una organización del narcotráfico (el probablemente inexistente “Cartel de los Soles” asistido por el “Tren de Aragua”).

Para contener la supuesta amenaza narcotraficante que proviene de Venezuela, Washington ha desplegado ocho embarcaciones en las inmediaciones de las aguas venezolanas. El despliegue de fuerza es mayúsculo. Se trata de tres destructores, tres buques de asalto anfibio, un crucero de misiles guiados y un submarino nuclear dotados de las más sofisticadas armas para llevar a cabo acciones militares terrestres, aéreas, submarinas y antisatelitales. La ultraderechista venezolana María Corina Machado está celebrando esta ofensiva imperialista como lo están haciendo todas las derechas en la región ¿Realmente Washington planea la invasión militar de Venezuela? Los especialistas en estos temas son escépticos y más bien consideran el despliegue militar en el Caribe una suerte de guerra psicológica que persigue dividir a la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB) y provocar el derrocamiento del presidente Maduro. Finalmente, una invasión a Venezuela, cuyo gobierno ha movilizado a más de 4 millones de personas, tendría un enorme costo para los Estados Unidos.

En lo que se refiere a México, no puede soslayarse el que Ismael el Mayo Zambada, quien fuera el máximo jefe del otrora poderosísimo Cartel de Sinaloa, se haya declarado culpable de los delitos de narcotráfico que le imputaron. Puede conjeturarse que Zambada podría ser usado como parte de los planes intervencionistas estadounidenses en este caso los referidos a México.

Incapaz de ganar la lucha política contra la 4T, mermado el PAN en lo que se refiere su caudal político, en proceso de extinción y descomposición el PRI, con fuerzas políticas emergentes todavía con destino incierto, la derecha mexicana, especialmente la más extrema y neofascista, le está apostando como lo hicieron los conservadores del siglo XIX con el imperio francés, a una intervención extranjera en un país que por su vecindad y orientación progresista le es sumamente incómodo a quienes dirigen hoy un imperio en decadencia. No es una apuesta descabellada dado el exacerbado ánimo imperialista de Trump. He aquí lo que está detrás de la inédita violencia que protagonizaron los legisladores priistas.

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