Serbia atraviesa una de las semanas más tensas de los últimos meses con fuertes choques entre manifestantes antigubernamentales, simpatizantes oficialistas y fuerzas de seguridad en varias ciudades, en el marco de un movimiento opositor que no ha cesado desde noviembre.
La noche del martes y la jornada del miércoles dejaron un saldo de al menos 64 civiles y 16 policías heridos —dos de ellos de gravedad—, según informó el presidente Aleksandar Vucic. Los enfrentamientos más graves ocurrieron en Novi Sad, Vrbas, Backa Palanka y Nis, donde se lanzaron piedras, botellas y fuegos artificiales, y la policía respondió con gases lacrimógenos y cargas de la Gendarmería.
En la capital, Belgrado, agentes antimotines dispersaron a grupos que intentaban acercarse a la sede del gobernante Partido Progresista Serbio (SNS). La Fiscalía Superior ha ordenado identificar y detener a los responsables de las agresiones contra la policía.
Las protestas, lideradas en su mayoría por estudiantes universitarios, comenzaron tras el colapso mortal de una marquesina en una estación de tren de Novi Sad en noviembre de 2024, tragedia que dejó 16 muertos y desató acusaciones de corrupción en proyectos de infraestructura. Desde entonces, los inconformes exigen elecciones parlamentarias anticipadas y la destitución del ministro del Interior, Ivica Dacic, demandas rechazadas por el Ejecutivo.
Vucic, en un mensaje a la nación, aseguró que no permitirá que la crisis derive en un conflicto interno. “No habrá una guerra civil; invitamos al diálogo”, declaró, descartando el despliegue del Ejército. El mandatario calificó la situación como “una noche difícil” y prometió que “los responsables serán detenidos”.
Las autoridades serbias han acusado en repetidas ocasiones a la oposición de intentar impulsar una “revolución de colores” con apoyo extranjero, mientras que los manifestantes responsabilizan al gobierno de fomentar la violencia mediante contramanifestaciones de sus simpatizantes.
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