Puerto Rico se ha convertido en el nuevo eje estratégico de operaciones militares de Estados Unidos en el Caribe, luego de que se ordenara el despliegue de 10 cazas F-35 en un aeródromo de la isla. Esta medida surge tras un incidente en el que dos aeronaves militares venezolanas se aproximaron de forma riesgosa a un buque estadounidense, lo que fue calificado por el Pentágono como una amenaza seria.
De acuerdo con fuentes cercanas a la operación, el despliegue tiene como propósito reforzar las acciones contra el narcotráfico en la región, en especial contra las rutas que, según Washington, estarían siendo utilizadas por organizaciones criminales para transportar drogas desde Sudamérica hacia Norteamérica. Se espera que los aviones lleguen a finales de la próxima semana, marcando un nuevo incremento en la presencia militar de EE.UU. en el Caribe.
La medida ocurre en un contexto de creciente tensión. Tres días antes del despliegue, fuerzas estadounidenses interceptaron y atacaron un barco que supuestamente llevaba grandes cantidades de drogas desde Venezuela, resultando en la muerte de 11 personas en aguas internacionales. Este operativo ha sido interpretado como un posible preludio de una campaña militar más extensa en la región.
A esta estrategia aérea se suma un despliegue marítimo significativo: siete buques de guerra y un submarino de ataque rápido con propulsión nuclear están operando o en ruta hacia el Caribe Sur, con más de 4,500 marinos a bordo. Además, infantes de marina estadounidenses realizan ejercicios de combate anfibio y operaciones aéreas en el sur de Puerto Rico, lo que refuerza la capacidad operativa en caso de un conflicto mayor.
Desde Washington, el secretario de Defensa, Pete Hegseth, responsabilizó directamente al gobierno de Nicolás Maduro de estar al frente de una estructura estatal vinculada al narcotráfico, intensificando las acusaciones contra Caracas. Por su parte, el presidente venezolano respondió desde Caracas asegurando que estas acciones buscan promover un cambio de régimen y denunció la amenaza militar como una táctica de presión contra su gobierno.
El aumento de tensión en el Caribe resalta el deterioro de las relaciones entre Estados Unidos y Venezuela, y sugiere un giro hacia posturas más agresivas por parte de la administración estadounidense, con posibles repercusiones regionales significativas.
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