Estados Unidos enfrenta una nueva crisis humanitaria dentro de sus fronteras: casi 42 millones de personas —una de cada ocho— han perdido el acceso a los cupones de alimentos del Programa de Asistencia Nutricional Suplementaria (SNAP), luego del cierre parcial del gobierno federal y los recortes previstos por la nueva Ley Integral de Reforma Alimentaria. Considerado el programa más grande contra el hambre en Estados Unidos, fue creado durante la Gran Depresión y nunca se había visto interrumpido de esta forma.
La nueva ley aprobada por el Congreso reduce el presupuesto del programa en 287.000 millones de dólares durante la próxima década e impone requisitos laborales más estrictos que dejarán fuera a millones, incluidos cuidadores, veteranos y migrantes con estatus humanitario. Según el Center on Budget and Policy Priorities, cuatro millones de personas —entre ellas un millón de niños— perderán parcial o totalmente el beneficio en los próximos años.
El Departamento de Agricultura (USDA) informó que no dispone de los 8.000 millones de dólares necesarios para cubrir los beneficios de noviembre y ha decidido no recurrir a su fondo de contingencia. Los defensores del programa advierten que el problema no es la falta de dinero, sino la parálisis política que prioriza disputas partidistas sobre la seguridad alimentaria de millones.
Más del 40 % de los beneficiarios del SNAP son niños y otro 26 % son adultos mayores o personas con discapacidad. Para ellos, los 350 dólares mensuales que provee el programa representan su única fuente de alimento estable. En estados como California, uno de cada siete habitantes depende de estos fondos, y las economías locales podrían resentirse: el gasto con cupones alimenta hasta el 15 % de las ventas de los supermercados.
Detrás de las cifras del SNAP hay millones de trabajadores pobres que, aun con dos o tres empleos, no logran llevar comida suficiente a sus mesas. Con menos de 1.100 dólares al mes y el 80 % de sus ingresos destinado a vivienda, cualquier recorte al subsidio empuja a estas familias al borde del colapso: más hambre, más ansiedad y más niños creciendo en la incertidumbre.
Un subsidio con historia y futuro incierto
El SNAP nació en la Gran Depresión de 1933 como parte del New Deal de Franklin D. Roosevelt para combatir el hambre y estimular la economía agrícola. Desde entonces, ha sido una herramienta clave para reducir la pobreza. Sin embargo, los recortes presupuestarios, la inflación y la polarización política han erosionado su continuidad.
En palabras simples: el SNAP nació para que ningún estadounidense pasara hambre. Hoy, su crisis demuestra que la política volvió a tener más peso que el bienestar de las personas. Mientras el Congreso debate presupuestos, millones de familias enfrentan la posibilidad de volver a sentir hambre en la nación más rica del mundo.
Fotografía: Redes












