La FIFA, que en otros momentos históricos se ha mostrado firme sancionando a países por violaciones a derechos humanos, hoy enfrenta duras críticas por su silenciosa complicidad ante el genocidio en Gaza. Mientras miles de personas sufren en la franja palestina, el organismo dirigido por Gianni Infantino mantiene una postura pasiva, negándose a sancionar a Israel, lo que evidencia una preocupante doble moral.
A diferencia de su respuesta rápida y contundente ante la invasión rusa a Ucrania en 2022, la FIFA evita tomar una postura clara frente a Israel, a pesar de que en la historia ha sancionado a países por violaciones de derechos humanos, como Rusia o Sudáfrica durante el apartheid. Esta diferencia pone en entredicho su compromiso ético y su imagen de defensor del respeto y la paz.
La estrecha relación entre Infantino y el actual presidente estadounidense Donald Trump, uno de los principales aliados de Israel, añade una capa más de controversia. Infantino fue el único dirigente deportivo presente en la reciente cumbre por la paz en Egipto, una reunión que más que un encuentro diplomático fue un acto para ensalzar a Trump, sin participación directa de Israel ni Hamás.
La FIFA ha justificado su silencio alegando que el fútbol no debe involucrarse en conflictos políticos, pero esta excusa no se sostiene al comparar su sanción contra Rusia con la inacción frente a Israel. Además, la UEFA mantiene a los equipos israelíes activos en competiciones europeas, a pesar de las protestas y las denuncias por la participación de clubes ubicados en asentamientos ilegales en Cisjordania.
Figuras del fútbol como Mohamed Salah han denunciado públicamente la indiferencia de las instituciones deportivas ante la crisis humanitaria en Gaza, reflejando el sentir de miles que exigen justicia y coherencia.
Con el Mundial 2026 en puerta y Estados Unidos como anfitrión principal, la FIFA parece subordinada a intereses políticos y económicos que ponen en riesgo su reputación y su responsabilidad moral. En este contexto, la FIFA y el Comité Olímpico Internacional (COI) fallan en actuar y se convierten en símbolos del silencio y la complicidad ante un conflicto que exige respuestas urgentes.
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