En un contexto de alta tensión política, el presidente Emmanuel Macron anunció la conformación de un nuevo gabinete encabezado por el primer ministro Sébastien Lecornu, quien enfrentará desde el inicio una difícil prueba: construir consensos en un Parlamento fragmentado.
El gabinete, anunciado un mes después del nombramiento de Lecornu como jefe de gobierno, mantiene en su mayoría a las figuras clave del anterior equipo ministerial. Este hecho ha generado fuertes críticas desde la oposición, que esperaba señales de renovación en medio de la crisis institucional que atraviesa el país.
Entre los principales cambios, destaca el nombramiento de Bruno Le Maire como nuevo ministro de Defensa, dejando atrás su largo paso por la cartera económica desde 2017. En su lugar, Roland Lescure asume como ministro de Economía con la compleja responsabilidad de presentar un plan de austeridad para el próximo año. La medida ha generado inquietud, dado el clima social sensible que vive Francia.
Otros ministros estratégicos, como el titular de Interior, Bruno Retailleau, quien ha prometido endurecer las políticas migratorias, y Gerald Darmanin en Justicia, permanecen en sus cargos. También continúa en funciones Rachida Dati, ministra de Cultura, pese a estar involucrada en un proceso judicial por corrupción que iniciará el próximo año. Esta decisión ha levantado cuestionamientos sobre la ética gubernamental.
En total, el gobierno presentó 18 nombres, aunque se prevé que se anuncien nuevos cargos próximamente.
Desde la oposición, Marine Le Pen expresó su rechazo al nuevo gabinete, al considerar que representa una continuidad sin respuestas reales a los reclamos de la ciudadanía. La líder de la Agrupación Nacional criticó duramente al primer ministro y advirtió que su partido esperará el discurso de política general antes de decidir si avanzará con una moción de censura.
Por su parte, Jordan Bardella, joven líder del mismo partido, subrayó que el nuevo gabinete refleja una resistencia al cambio que, según él, demandan los franceses. Además, reiteró que la censura al gobierno es una opción en evaluación inmediata.
Analistas políticos como Mujtaba Rahman, del Eurasia Group, consideran que el verdadero problema no está en los nombres del gabinete, sino en la capacidad de Lecornu para sobrevivir políticamente en un Parlamento sin mayoría clara. De hecho, se advierte que podría ser removido antes de que finalice la semana, repitiendo lo ocurrido con sus antecesores, François Bayrou y Michel Barnier, quienes no lograron superar los bloqueos legislativos.
El actual estancamiento político tiene su origen en las elecciones anticipadas convocadas por Macron el año pasado. Su intención de reforzar el control legislativo resultó contraproducente, pues el resultado dejó a Francia dividida entre tres bloques principales: centristas, derecha y una izquierda fragmentada.
Desde su nombramiento, Lecornu ha iniciado rondas de diálogo con diversos sectores, en busca de evitar nuevas crisis institucionales. Incluso, prometió no imponer el presupuesto por decreto, lo que fue interpretado como un gesto hacia la oposición, aunque insuficiente para varios partidos.
Durante el fin de semana, el primer ministro envió una carta a los bloques aliados y a los conservadores, llamando a la unidad y cooperación legislativa, aunque sin renunciar al proyecto político original del gobierno.
En medio de esta incertidumbre, lo que está en juego no es sólo la permanencia de un gabinete, sino la viabilidad de la gobernabilidad en Francia.
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