La ofensiva contra Gaza no es obra exclusiva de Benjamin Netanyahu. Aunque su figura ha concentrado críticas, la permanencia de la guerra revela un consenso más amplio dentro de la sociedad israelí y sus élites. La campaña de exterminio se sostiene gracias a la alianza entre el ejército, el gobierno y sectores liberales y conservadores, lo que ha normalizado la violencia como parte de la política cotidiana.
Dos narrativas dominan en Israel: una niega el genocidio y lo justifica como “autodefensa”, y otra responsabiliza únicamente a Netanyahu y a su coalición ultraderechista. Ambas son falsas, sostiene el analista Asaf Yakir, quien advierte que la guerra ha contado con la participación activa de la mayoría del espectro político israelí, incluidos reservistas y partidos liberales que terminaron avalando la devastación en Gaza.
El ataque de Hamas del 7 de octubre de 2023 fue usado como catalizador para blindar al primer ministro y al ejército, que habían quedado en entredicho por su fracaso en proteger a la población israelí. En lugar de enfrentar reformas o perder legitimidad, Netanyahu y las Fuerzas de Defensa de Israel lograron consolidar su poder y canalizar la crisis hacia una ofensiva genocida contra la población palestina.
Las metas oficiales de la guerra —“eliminar a Hamas” y liberar a los rehenes— son contradictorias, pero funcionaron para unir a distintos sectores políticos en un frente común. Netanyahu incorporó incluso a opositores como Benny Gantz, fortaleciendo la coalición belicista y dejando fuera de juego a voces críticas, explica Yakir.
El conflicto también ha reconfigurado la economía y las alianzas sociales: reservistas reciben ingresos superiores a sus empleos civiles, el ejército administra recursos estatales y las industrias militares expanden su influencia. Este entramado económico y político explica la durabilidad del genocidio en Gaza.
Frente a ello, la oposición interna sigue siendo minoritaria, aunque con avances. Movimientos como Standing Together, partidos palestinos en Israel y colectivos de reservistas que rechazan participar han denunciado la guerra. También algunas familias de rehenes exigen el cese de las hostilidades como única vía para recuperar a sus seres queridos. Sin embargo, gran parte de la oposición liberal aún evita reconocer su complicidad inicial en los crímenes.
En palabras de Asaf Yakir, la guerra no fue un accidente inevitable del colonialismo israelí, sino una decisión política calculada para sostener al régimen y a sus élites. Por ello, advierte que la izquierda internacional debe comprender que estas dinámicas pueden transformarse con organización, presión y solidaridad, y no aceptar la narrativa de que todo está predeterminado por la historia colonial.
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Fotografía: Martin Rowson