El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, defendió con vehemencia al primer ministro israelí Benjamín Netanyahu, quien enfrenta un juicio por corrupción, fraude y abuso de confianza. Trump calificó el proceso como una «cacería política» y lanzó críticas directas contra el sistema judicial israelí, al que acusó de estar «fuera de control».
En una nueva muestra de presión política, Trump condicionó la ayuda militar estadounidense —que asciende a más de 3 800 millones de dólares anuales— a que se anulen los cargos contra Netanyahu. Según el mandatario estadounidense, el juicio obstaculiza las negociaciones de alto al fuego con Irán y Hamás, insinuando que el futuro de Medio Oriente debería supeditarse a los intereses judiciales de su aliado.
Netanyahu, agradecido, respondió públicamente al respaldo de Trump y reafirmó su inocencia. Sin embargo, en Israel, sectores judiciales y de oposición rechazaron las presiones extranjeras, señalando que se trata de una intromisión grave en asuntos internos. El presidente israelí, Isaac Herzog, ha descartado por el momento otorgar un indulto, mientras que las audiencias del juicio siguen su curso, pese a intentos dilatorios.
Este episodio se da en medio de la ofensiva militar de Israel sobre Gaza, que ha dejado más de 56 000 palestinos muertos, en lo que organizaciones internacionales ya califican como una masacre sistemática. El respaldo incondicional de Trump a Netanyahu se enmarca así en una narrativa de impunidad, donde la justicia es negociable y el poder, transaccional.
