El mundo de la moda se despide de uno de sus pilares más influyentes: Giorgio Armani, el diseñador italiano que redefinió la elegancia contemporánea, falleció a los 91 años en su residencia, rodeado de sus seres queridos.
Según se dio a conocer, Armani continuó activo hasta sus últimos días, involucrándose directamente en sus colecciones y proyectos, a pesar de haber enfrentado problemas de salud que lo obligaron a retirarse de la Semana de la Moda Masculina de Milán en junio de este año. Fue la primera vez en su carrera que no asistió a uno de sus desfiles.
Su compañía informó que se llevará a cabo una capilla ardiente este fin de semana en Milán. El funeral será un acto privado, sin fecha confirmada aún.
Nacido en Piacenza en 1934, Armani inició su carrera en medicina, pero una experiencia como decorador de escaparates despertó su interés por el diseño. A los 41 años, debutó en la Sala Bianca del Palacio Pitti de Florencia y dio inicio a una trayectoria que cambió el panorama de la moda mundial.
Desde su primera chaqueta sin forro y paleta cromática neutra, Armani definió una estética minimalista y sofisticada. Su visión revolucionó el armario masculino y empoderó a la mujer en entornos ejecutivos, introduciendo trajes de corte masculino que rompieron esquemas en los años 80.
A lo largo de cinco décadas, Giorgio Armani construyó una marca que trascendió la moda. Su imperio incluye líneas de ropa, accesorios, muebles, perfumes, cosméticos y hasta chocolates. Según Forbes, la empresa está valorada en más de 10 mil millones de dólares, posicionándolo entre los 200 multimillonarios más importantes del mundo.
Además de su faceta empresarial, Armani fue propietario de bares, restaurantes, hoteles y del equipo de baloncesto EA7 Emporio Armani Milán. Su estilo de vida, reflejado en la estética sobria y elegante de sus hogares, se convirtió también en parte de su marca personal.
La influencia de Armani se extendió a la industria cinematográfica, donde diseñó vestuarios para más de 200 películas. Su alianza con Hollywood comenzó con “American Gigolo” en 1980, cuando vistió al actor Richard Gere, consolidando su posición entre las celebridades.
Figuras como Anne Hathaway, Sean Penn, Brad Pitt y Jodie Foster confiaron en sus diseños para lucir en alfombras rojas, especialmente durante los premios Oscar. En 2000, el Museo Guggenheim de Nueva York le dedicó una retrospectiva, reconociendo la relevancia cultural de su obra.
A lo largo de su vida, Armani se involucró activamente en iniciativas benéficas. Fue embajador de buena voluntad de la ONU para los refugiados y apoyó campañas contra el SIDA y programas para la niñez.
Aunque nunca tuvo hijos, Giorgio Armani formó un núcleo cercano con su familia. Su sobrina Roberta, quien abandonó una carrera en el cine para integrarse como directora de relaciones públicas en la empresa, fue su brazo derecho en múltiples momentos. También consideró a Silvana Armani y Leo Dell’Orco como piezas clave para continuar su legado creativo en las divisiones femenina y masculina respectivamente.
Giorgio Armani era reconocido no solo por su talento creativo, sino por su carácter reservado y su firmeza empresarial. Rechazó fusiones y ventas, manteniendo el control total de su marca. «Re Giorgio», como lo apodaban en Italia, fue siempre su propio jefe.
Su muerte deja un vacío en la industria, pero también una huella imborrable en la historia de la moda. Su legado no solo vive en sus diseños, sino en una filosofía de estilo que respetó la funcionalidad sin perder la elegancia.
Foto: Redes












