Mientras el ministro de Defensa de India, Rajnath Singh, aterriza en Australia para firmar acuerdos militares, la comunidad india vive días de tensión y miedo. En varias ciudades, la extrema derecha ha salido a las calles para culpar a los migrantes del colapso inmobiliario, en una narrativa que mezcla racismo, desinformación y oportunismo político.
En agosto, Melbourne, Sídney, Brisbane y Adelaida fueron escenario de marchas ultraderechistas que señalaban a las y los migrantes indios como responsables del encarecimiento de la vivienda. En un gesto que encendió aún más los ánimos, la senadora conservadora Jacinta Nampijinpa Price acusó al gobierno laborista de favorecer la migración india para ampliar su base electoral, una afirmación que ha sido duramente criticada por su tono abiertamente xenófobo.
Hoy, más de 845 mil personas nacidas en India viven en Australia, conformando la segunda comunidad migrante más numerosa después de la británica. Su crecimiento ha coincidido con el debilitamiento del modelo de bienestar y la especulación inmobiliaria, pero en lugar de cuestionar las políticas neoliberales que han generado desigualdad, la ultraderecha prefiere señalar a los migrantes como chivos expiatorios.
El gobierno australiano ha intentado marcar distancia. Los ministros Tony Burk y Anne Aly condenaron las manifestaciones racistas y defendieron la diversidad como pilar de la nación. Sin embargo, los partidos de derecha moderada enfrentan presiones internas, pues parte de su electorado comienza a simpatizar con los discursos de odio.
Ante este clima hostil, colectivos antifascistas y pueblos originarios se movilizaron en septiembre en Melbourne, alzando la voz contra el racismo y en defensa del multiculturalismo. “La sociedad australiana no puede permitir que el miedo y el odio dividan a su gente”, expresaron durante la protesta.
Desde India, el Ministerio de Asuntos Exteriores también manifestó su preocupación. Su portavoz, Randhir Jaiswal, aseguró que las autoridades australianas reconocen el aporte de la comunidad india y su compromiso con la diversidad.
Pero más allá de los gestos diplomáticos, el conflicto revela una estrategia global de la ultraderecha: aprovechar las crisis sociales y económicas provocadas por el neoliberalismo para alimentar un relato nacionalista que culpa a las y los migrantes de los males estructurales. Australia es solo uno de los escenarios donde esta narrativa se despliega.
La gran incógnita es si Rajnath Singh, miembro de un partido también nacionalista, alzará la voz en defensa de su diáspora, o si optará por el silencio frente a una intolerancia que crece bajo el disfraz de orden e “identidad nacional”.
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Fotografía: Redes