El 30 de julio de 2025, el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, concedió una entrevista exclusiva al New York Times en la que delineó sus posturas frente a la escalada de tensiones con el gobierno de Estados Unidos, encabezado por Donald Trump. En ese diálogo, Lula expresó su indignación ante las presiones y amenazas de Washington, particularmente los aranceles del 50% sobre productos brasileños y las demandas de intervenir en el juicio contra el exmandatario Jair Bolsonaro.
Lula fue categórico al afirmar que Brasil no aceptará órdenes ni negociará “como si fuera un país pequeño frente a uno grande”. El presidente brasileño subrayó que, aunque su administración toma el conflicto con la seriedad que amerita, la seriedad “no equivale a sumisión”, y que exige para su país el mismo respeto que otorga a otras naciones. Resaltó la independencia del sistema judicial brasileño, recordando que la investigación contra Bolsonaro responde a acusaciones de intento de golpe tras las elecciones de 2022 y que en Brasil el Poder Judicial no es rehén del Ejecutivo, rechazando cualquier injerencia extranjera en ese proceso judicial.
Soberanía judicial: una línea roja en la relación bilateral
Durante la entrevista, Lula también manifestó su preocupación por la mezcla de temas políticos y comerciales propiciada por Trump, señalando que “no se deben mezclar los temas políticos con los económicos”. Planteó que, si Washington quiere discutir aranceles, ambos países deben sentarse a negociar, pero sin condicionamientos externos. Defendió la necesidad de que las relaciones internacionales se basen en el respeto mutuo y la búsqueda de equilibrios, enfatizando la soberanía brasileña como valor fundamental para cualquier negociación.
El presidente consideró improcedente exigir beneficios comerciales a cambio de acciones en política interna, y comparó la situación con el embargo a Cuba, indicando que tampoco reclamaría a EE.UU. modificar su política hacia la isla como parte de una negociación bilateral. Lula dejó claro que Brasil buscará siempre una solución dialogada, pero no aceptará la intimidación ni la imposición de condiciones políticas por parte de Estados Unidos, ofreciendo así una imagen de firmeza ante la comunidad internacional.
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