El nuevo proyecto Stargate, un gigantesco centro de datos impulsado por OpenAI, Oracle y SoftBank, ha encendido las alertas en Texas y a nivel internacional. En un estado ya afectado por una intensa sequía, este megacentro de inteligencia artificial consumirá cantidades descomunales de recursos naturales sin que existan normativas claras para limitar su impacto.
De acuerdo con datos citados por medios locales y retomados por teleSUR, se estima que estos centros de datos podrían llegar a utilizar hasta 180 mil millones de litros de agua diarios para refrigerar sus servidores. Aunque las empresas plantean sistemas de enfriamiento en circuito cerrado, especialistas advierten que las pérdidas térmicas y evaporativas son inevitables, especialmente en zonas áridas como Abilene, donde se construye la infraestructura.
Además del uso indiscriminado de agua, el proyecto Stargate se suma a una tendencia alarmante: el consumo energético acelerado de la infraestructura digital privada. La red eléctrica texana, operada por ERCOT, ya anticipa una demanda que podría duplicarse para 2031, y gran parte de ese crecimiento estará relacionado con centros de datos, criptominería e industrias digitales sin límites regulatorios.
Según estimaciones, el sector tecnológico podría absorber el equivalente al consumo eléctrico de 750 mil hogares solo en los próximos años. El propio OpenAI construye una planta de gas natural dedicada exclusivamente a alimentar sus instalaciones, intensificando el conflicto entre las necesidades básicas de las comunidades y los intereses corporativos.
A pesar de las dimensiones del proyecto, ni las autoridades estatales ni las compañías involucradas han transparentado el impacto ambiental total ni han realizado consultas públicas con las comunidades que podrían enfrentar racionamientos de agua y energía. Organizaciones ambientalistas y activistas locales denuncian que el modelo extractivo de la inteligencia artificial se impone sin control, desplazando el derecho colectivo al agua en favor del lucro privado.
Desde una perspectiva crítica, este proyecto evidencia cómo el auge de la inteligencia artificial no solo genera desigualdades digitales, sino también ecológicas: mientras millones de personas enfrentan cortes de agua o restricciones energéticas, corporaciones tecnológicas diseñan infraestructuras monstruosas sin rendir cuentas.