A pocos días del inicio de la cumbre anual de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en La Haya, centenares de personas se congregaron en una manifestación para rechazar el creciente gasto militar, los conflictos internacionales y la postura beligerante hacia Irán.
La movilización tuvo lugar en un parque cercano al recinto donde se llevará a cabo la cumbre, y reunió a ciudadanos de distintas nacionalidades y causas. Aunque la convocatoria inicial denunciaba la política de la OTAN y la intervención de Israel en Gaza, la protesta también fue escenario de voces iraníes que expresaron su preocupación por una posible escalada bélica entre Estados Unidos e Irán, especialmente después de recientes ataques estadounidenses contra instalaciones nucleares iraníes.
Uno de los oradores principales fue un político belga que planteó la necesidad de redirigir los recursos hacia iniciativas pacíficas y sostenibles, como alternativas energéticas limpias, en lugar de ampliar los presupuestos armamentistas.
En el mismo sentido, manifestantes de origen iraní residentes en Europa expresaron su temor ante una nueva guerra, señalando que la situación internacional ya es lo suficientemente tensa y que la prioridad debe ser el bienestar de las personas, no el conflicto armado.
La cumbre de la OTAN se realizará entre el martes y miércoles próximos, bajo estrictas medidas de seguridad, en lo que ha sido descrito como el mayor despliegue logístico en la historia reciente de Holanda. El operativo, denominado «Escudo Naranja», involucra miles de agentes, dispositivos tecnológicos como drones, zonas de exclusión aérea y monitoreo cibernético.
Uno de los puntos más sensibles de la reunión será la discusión sobre el aumento del gasto en defensa, una exigencia impulsada por Estados Unidos. Aunque se había alcanzado un principio de acuerdo, las declaraciones recientes del gobierno español, que considera desproporcionado comprometer el 5% del PIB a este rubro, han generado nuevas tensiones.
La presión por cumplir con la meta de al menos el 2% del PIB para defensa —impulsada tras la invasión rusa a Ucrania— sigue siendo un punto de fricción entre los miembros de la alianza.
