Rusia insiste en una salida política al conflicto en Oriente Medio, en medio de una escalada entre Israel e Irán que amenaza con desestabilizar aún más la región. Mientras tanto, Estados Unidos, bajo el liderazgo de Donald Trump, responde con sarcasmo y ambigüedad, reforzando la incertidumbre internacional.
Desde el inicio de los enfrentamientos en la madrugada del 13 de junio, Moscú ha promovido la diplomacia como la única vía posible. El presidente ruso, Vladimir Putin, ha ofrecido mediar, y el viceministro de Asuntos Exteriores, Sergei Ryabkov, advirtió a Washington contra involucrarse militarmente en apoyo a Israel.
El portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, subrayó: “Rusia sigue dispuesta a hacer todo lo necesario para eliminar las causas profundas de esta crisis”, aunque reconoció que la situación empeora. El propio Putin mantuvo comunicación directa con el presidente de Emiratos Árabes Unidos, Mohammed bin Zayed Al Nahyan, con quien coincidió en la urgencia de cesar las hostilidades e intensificar los esfuerzos diplomáticos.
Frente a esta postura, Trump respondió con desdén. En declaraciones desde la Casa Blanca, minimizó la propuesta rusa y desvió la atención hacia la guerra en Ucrania: “Le dije: ‘Vladimir, mediemos con Rusia primero, puedes preocuparte por eso después’”, aseguró. Además, reforzó el tono de imprevisibilidad que ha caracterizado su política exterior, afirmando: “Nadie sabe qué voy a hacer”, al ser cuestionado sobre una posible intervención estadounidense.
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