Tras los recientes reveses electorales, la Casa Blanca declaró oficialmente la “semana anticomunista”, una medida que busca reafirmar su narrativa de amenazas internas y externas al país. Esta decisión surge luego de los avances electorales obtenidos por figuras del socialismo democrático, lo que para el gobierno representa un nuevo desafío ideológico.
Según la administración presidencial, Estados Unidos enfrenta peligros en múltiples frentes, desde los inmigrantes indocumentados hasta el narcotráfico y ahora, nuevamente, el comunismo. En su proclama, la presidencia insistió en que esta corriente ideológica ha sido responsable de la destrucción de naciones y de millones de muertes en el siglo XX, una postura que retoma el discurso de la Guerra Fría.
El presidente Donald Trump presentó esta iniciativa como un llamado a la defensa de la libertad nacional frente a lo que considera una amenaza renovada. Para el mandatario, las ideas de “justicia social” o “socialismo democrático” son simples disfraces del comunismo, que —según él— buscan debilitar la libertad individual y expandir el poder del Estado. Esta visión coloca al socialismo dentro del mismo terreno que los regímenes totalitarios del pasado.
Uno de los blancos más visibles de esta retórica ha sido Zohran Mamdani, el alcalde electo de Nueva York y miembro del ala progresista del Partido Demócrata. Trump ha etiquetado a Mamdani como “comunista”, sin reconocer las diferencias ideológicas entre socialismo y comunismo, lo que para críticos refleja un uso político del lenguaje anticomunista para desacreditar a opositores.
La administración republicana también ha endurecido sus políticas migratorias, calificando a los inmigrantes indocumentados como un riesgo para la seguridad nacional. Esta narrativa ha servido para justificar redadas masivas, militarización de ciudades y encarcelamientos sin precedentes. De acuerdo con el Migration Policy Institute (MPI), el número de inmigrantes detenidos ha alcanzado niveles históricos, con más de 61 mil personas bajo custodia y proyecciones que podrían superar las 100 mil detenciones para 2026. Además, el presupuesto federal destinado a estos operativos se ha triplicado, convirtiendo a Estados Unidos en el país con el sistema de detención de extranjeros más grande del mundo.
A nivel internacional, el Pentágono ha desplegado su mayor fuerza naval en el Caribe en décadas, bajo el argumento de combatir el narcotráfico. Las operaciones han resultado en al menos 76 muertes, aunque no se han presentado pruebas concluyentes que confirmen la relación de las víctimas con organizaciones criminales. Analistas advierten que esta política militariza la región y reaviva tensiones propias de la era de confrontación ideológica global.
En el frente interno, el discurso de Trump y sus aliados más cercanos, como el senador Lindsey Graham, combina la retórica bélica con una agenda económica que favorece a los sectores más ricos, reduciendo impuestos a grandes fortunas mientras recorta programas de apoyo alimenticio y sanitario. Bajo la premisa de “rescatar al país”, el gobierno republicano ha reforzado su visión de un enemigo múltiple: el comunismo, los inmigrantes, los narcotraficantes y la “izquierda radical”.
La proclamación de esta “semana anticomunista” no solo evidencia la intensificación del discurso político conservador, sino que también marca un intento de reactivar símbolos de la Guerra Fría para movilizar a su base electoral. En un escenario polarizado, Estados Unidos parece mirar hacia su pasado para definir los conflictos del presente.
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