Una reciente conversación telefónica entre el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y su homólogo ucraniano, Volodímir Zelenski, ha generado inquietud entre los aliados occidentales. Según fuentes citadas por medios internacionales como Financial Times y The Washington Post, Trump habría sugerido al líder ucraniano la posibilidad de atacar directamente ciudades clave del territorio ruso, como Moscú y San Petersburgo.
La llamada, realizada el 4 de julio y posterior a una conversación previa entre Trump y Vladimir Putin, reflejaría un cambio notable en el enfoque del presidente estadounidense respecto al conflicto bélico. A pesar de haber prometido durante su campaña reducir la implicación militar de EE. UU. en el exterior, Trump habría instado a intensificar la presión contra Rusia.
Durante la charla, Zelenski habría explicado que ataques de ese tipo solo serían posibles si Ucrania recibiera armamento de largo alcance por parte de Washington. El mandatario ucraniano, según los reportes, dejó claro que su país está dispuesto a operar en el corazón del territorio ruso, siempre que cuente con los recursos militares adecuados.
La estrategia, interpretada por funcionarios occidentales, apunta a aumentar el costo de la guerra para Moscú y forzar al Kremlin a negociar una salida diplomática. Uno de los interlocutores cercanos al asunto afirmó que la idea de «llevar la guerra a los moscovitas» ha cobrado fuerza entre sectores clave de la política exterior estadounidense.
Como parte de este nuevo enfoque, en días recientes, Kiev recibió una lista de posibles sistemas de ataque de largo alcance, elaborada por EE. UU. y entregada durante una reunión en Roma. Este esquema permitiría a Washington suministrar armamento mediante aliados europeos, eludiendo así la aprobación directa del Congreso.
Entre las solicitudes presentadas por Ucrania figuran misiles Tomahawk, reconocidos por su capacidad de recorrer hasta 1.600 kilómetros. Sin embargo, tanto la administración Trump como la de Biden han mostrado inquietudes ante un posible uso desproporcionado del armamento avanzado por parte de Ucrania.
Durante una reunión en la Casa Blanca con el nuevo secretario general de la OTAN, Mark Rutte, Trump anunció la entrega de sistemas Patriot y misiles interceptores, aunque evitó pronunciarse sobre el envío de otro tipo de armas ofensivas.
El propio Trump expresó recientemente su frustración por la falta de avances en el diálogo con Moscú, sugiriendo que esperaba un acuerdo desde hace meses. Mientras tanto, desde el Kremlin, el vicepresidente del Consejo de Seguridad ruso, Dmitry Medvedev, minimizó la conversación con Zelenski, calificándola de “ultimátum teatral” sin consecuencias reales para Rusia.
En el terreno militar, Ucrania ha logrado ataques significativos sin contar con misiles de largo alcance. Un ejemplo de ello fue la Operación Telaraña, llevada a cabo en junio por el Servicio de Seguridad ucraniano (SBU), donde drones suicidas camuflados atacaron una base aérea rusa, destruyendo al menos una docena de bombarderos estratégicos.
Este episodio, junto al uso limitado de misiles ATACMS con alcance de hasta 300 kilómetros, evidencia la creciente capacidad táctica de Ucrania, aunque aún lejos de poder golpear ciudades como Moscú sin apoyo adicional. Aun así, las amenazas de Rusia por estas acciones aún no se han traducido en represalias directas contra Occidente.
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