En una reciente emisión de Atypical TEVE, Carlos Alazraki y el senador priista Alejandro “Alito” Moreno exhibieron el llamado “Cártel de Macuspana”, un organigrama con el que pretendieron vincular al expresidente Andrés Manuel López Obrador y a figuras de Morena con supuestas prácticas ilícitas.
La pieza, presentada como denuncia, carece de pruebas verificables y sustento jurídico. Más allá de su carga discursiva, parece destinada a alimentar titulares y generar escándalo en la arena mediática, antes que a abrir un proceso con consecuencias reales. El propio Alazraki reconoció que no habría repercusiones legales ni en México ni en Estados Unidos, reduciendo el alcance del documento a un ejercicio propagandístico.
El intercambio entre conductor e invitado estuvo marcado por expresiones altisonantes —“capo de capos”, “terrorismo de Estado”— que, lejos de construir un argumento sólido, refuerzan la estrategia de confrontación estridente que el PRI busca capitalizar rumbo al 2030.
El episodio confirma la fragilidad de una oposición que sustituye la crítica documentada con recursos de impacto inmediato. En este contexto, la narrativa de Alazraki en Atypical TEVE funciona más como escaparate propagandístico que como espacio de análisis político riguroso.
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