Del TLCAN al T-MEC: tres décadas que reconfiguraron a México y consolidaron el poder económico de Estados Unidos

México mejoró salarios y derechos laborales, pero arrastra la deuda del campo y la ventaja de Estados Unidos en el libre comercio.

Treinta años después de que México apostara su futuro al libre mercado y firmara el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) con Estados Unidos y Canadá, el país vive la antesala de una revisión histórica del acuerdo que lo sustituyó: el T-MEC.
El camino no ha sido lineal, pero sí determinante: manufactura global, dependencia comercial, reforma laboral profunda y un campo que nunca volvió a ser prioridad.

La integración fue profunda, pero el reparto de beneficios nunca fue simétrico. Estados Unidos consolidó cadenas productivas bajo su control, obtuvo mano de obra barata y una frontera industrial que abastece su mercado sin ceder soberanía económica. México, entre luces y sombras, construyó una potencia exportadora sin resolver sus desigualdades internas.

1994: el salto al vacío

El primero de enero de 1994, el TLCAN entró en vigor entre promesas de modernización y desarrollo. La apuesta del gobierno mexicano era clara: atraer inversión, industrializar el norte del país, y conectarse a la economía más poderosa del planeta.

Pero mientras las élites económicas celebraban, otra realidad estallaba en el sur: el alzamiento zapatista denunciando que la apertura comercial pondría al campo mexicano en situación de desventaja frente a la agroindustria estadounidense. El tiempo les dio la razón.

TLCAN: objetivos, logros y heridas

Metas declaradas

  • Impulsar comercio y crecimiento.
  • Atraer inversión extranjera.
  • Modernizar la industria.
  • Crear empleos formales.

Resultados

  • El comercio México-EE.UU. se multiplicó por más de seis veces.
  • México se volvió plataforma manufacturera global: automotriz, electrónica, aeroespacial.
  • Llegó inversión, pero concentrada en regiones específicas.
  • El PIB creció menos de lo esperado; salarios estancados por décadas.

El costo silencioso: el campo mexicano abandonado

Mientras la industria crecía, el campo quedó relegado. Maíz, frijol, trigo, leche —sectores devastados por la entrada de granos subsidiados de Estados Unidos, que apostó su seguridad alimentaria a un modelo industrial y masivo. México, en cambio, apostó al libre mercado sin blindaje social.

El resultado fue doble:

  • Mundialización de alimentos, pero pérdida de autosuficiencia.
  • Migración masiva de zonas rurales hacia ciudades y Estados Unidos.

Hubo ganadores en la agroexportación —berries, aguacate, hortalizas—, pero el agricultor promedio quedó atrapado entre bajos precios, falta de crédito y abandono estatal.

Cambio de era: Trump, López Obrador y el T-MEC

En 2017, Donald Trump exigió reescribir el acuerdo para “recuperar empleos” y controlar cadenas productivas frente a China. La renegociación ocurrió durante la transición mexicana de 2018, con la 4T decidida a mantener estabilidad económica.

Logros de Estados Unidos

  • Reglas de origen más rígidas en autos.
  • Supervisión laboral en México.
  • Anclaje geopolítico contra China.
  • Blindaje industrial bajo su liderazgo.

México preservó acceso al mercado y evitó sanciones, pero cedió a mecanismos inéditos de verificación laboral.

4T: el giro histórico en derechos laborales y salario mínimo

Lo que no ocurrió en los primeros 25 años de libre comercio, llegó con fuerza a partir de 2018.

Revolución salarial

  • El salario mínimo aumentó más de 90 % en términos reales entre 2018 y 2024.
  • Se recuperó poder adquisitivo perdido desde los años 80.

Reforma laboral y libertad sindical

  • Fin del corporativismo sindical tradicional.
  • Libertad de voto secreto en sindicatos.
  • Inspecciones internacionales bajo el T-MEC para garantizar democracia laboral.

Por primera vez, México dejó de competir únicamente por bajo costo laboral y comenzó a transitar hacia un modelo basado en derechos y productividad.

Este giro alteró el equilibrio del tratado: lo que antes era ventaja comparativa para el capital estadounidense —salarios bajos y sindicatos controlados— dejó de serlo.

¿Quién ganó más en 30 años?

Pese a los avances recientes en México, el balance estratégico es claro:

BeneficioEstados UnidosMéxico
Control de cadenas de valor
Mano de obra barata
Aumento salarial tardío✅ muy reciente
Autonomía tecnológica
Modernización industrial
Desarrollo equilibrado❌ para ambos, pero en México más acentuado

Estados Unidos logró lo esencial: integró un cinturón industrial en su frontera sur sin asumir costos sociales.

El campo: deuda histórica del modelo económico mexicano

Ni el TLCAN, ni la reforma laboral, ni los aumentos salariales han logrado revertir el deterioro rural.
La Cuarta Transformación avanzó en precios de garantía y fertilizantes gratuitos, pero la estructura productiva sigue fragmentada. México aún importa granos básicos; el agricultor familiar sigue vulnerable.

El país industrializó la frontera y los corredores logísticos, pero no modernizó su agricultura para el pequeño productor. Esa omisión explica buena parte de la pobreza rural y la migración.

El futuro tratado deberá enfrentar esta contradicción: ¿seguir siendo fábrica de América del Norte o construir una nación autosuficiente y equilibrada?

2026: la próxima batalla

La revisión del T-MEC será escenario de tres tensiones centrales:

  1. Control estratégico de cadenas industriales (autos, baterías, semiconductores).
  2. Política energética y soberanía económica mexicana.
  3. Productividad vs. derechos laborales, ahora con México elevando estándares.

El país llega más fuerte en dignidad laboral, pero con el desafío de equilibrar industria y campo —una tarea pendiente desde 1994.

El espejo del desarrollo: industria próspera, campo olvidado

México apostó su industrialización al libre comercio, y funcionó, pero a un costo: desigualdad regional, dependencia y abandono rural.
La 4T corrigió una deuda histórica en salarios y democracia sindical, pero falta una política agrícola estratégica que cierre el ciclo.

El país que fabrica automóviles para el mundo aún importa maíz, frijol y arroz.
La paradoja es evidente: producimos tecnología para exportar, pero no garantizamos soberanía alimentaria.

El reto, ahora, no es solo comerciar con Estados Unidos, sino negociar desde la soberanía, no desde la necesidad.
Solo así el libre comercio podrá transformarse, finalmente, en desarrollo con equilibrio social.

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