El Partido Revolucionario Institucional (PRI) vive uno de los momentos más oscuros de su historia parlamentaria. Con la renuncia del senador poblano Néstor Camarillo Medina a la bancada tricolor, el PRI pierde la vicepresidencia en la Mesa Directiva del Senado, lo que significa que, por primera vez en 96 años, el partido que gobernó México durante gran parte del siglo XX no tendrá representación en el máximo órgano de conducción legislativa.
Gerardo Fernández Noroña, presidente del Senado, no dejó pasar la oportunidad de remarcar la debacle priista con ironía. “Hay que felicitar ampliamente a Alejandro Moreno. Su trabajo de demolición del PRI es exitosísimo”, declaró ante los medios, en referencia al dirigente nacional del partido, Alejandro “Alito” Moreno Cárdenas, quien ha sido señalado dentro y fuera del PRI como el principal responsable de la fuga de cuadros y del acelerado debilitamiento del tricolor.
La salida de Camarillo, quien también anunció que no participará en la renovación de la dirigencia priista en Puebla, es el más reciente capítulo de una larga cadena de desbandadas. “Soy un demócrata, un hombre de Estado… Considero que en la vida debemos ser autocríticos, reconocer qué se está haciendo y qué se ha dejado de hacer”, escribió en redes sociales al justificar su decisión de renunciar al partido.
La consecuencia inmediata es demoledora: el PRI pasó a convertirse en la cuarta fuerza en el Senado, detrás de Morena, el PAN y, ahora, el Partido Verde Ecologista de México (PVEM), que ocupará el lugar vacante en la Mesa Directiva.

La crisis de ‘Alito’
La reelección de Moreno Cárdenas en 2024 hasta el año 2028, avalada tras una controvertida reforma estatutaria y ratificada por el Tribunal Electoral, desató una ola de inconformidades internas. Figuras históricas como Dulce María Sauri, Francisco Labastida y Pedro Joaquín Coldwell abandonaron la militancia, denunciando la concentración de poder en manos de “Alito”.
Lejos de rearticular al PRI, la dirigencia ha profundizado la fractura y, en los hechos, ha dejado al partido sin peso en espacios de poder que antes controlaba con hegemonía.
Que el PRI, el partido que durante décadas diseñó el entramado institucional del país, se quede sin asiento en la Mesa Directiva del Senado es un hecho que trasciende lo administrativo: es el símbolo de un derrumbe histórico.
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