La presidenta Claudia Sheinbaum afirmó recientemente que la corrupción en México es cosa del pasado. Una declaración contundente que busca marcar el inicio de su mandato con un discurso de integridad, pero que ha sido puesta en tela de juicio no solo por la oposición, sino también por periodistas como Carlos Loret de Mola, quien desde su espacio en Latinus lanzó duras críticas. Sin embargo, el señalamiento pierde fuerza cuando quien lo emite también arrastra su propio historial de cuestionamientos.
Durante su noticiero del lunes, Loret de Mola cuestionó el mensaje de Sheinbaum, apuntando directamente a la reciente aparición pública de Andrés Manuel López Beltrán, hijo del expresidente López Obrador, vacacionando en Tokio y visitando sitios de lujo. Para el periodista, resulta contradictorio que se hable de transparencia mientras los hijos del antiguo mandatario —figuras cercanas al círculo presidencial— mantienen un estilo de vida poco congruente con los valores de austeridad promovidos por la 4T.
Sheinbaum, por su parte, había declarado días antes, durante una gira en Guerrero, que “se acabó la corrupción” y que los recursos del pueblo ya no serían saqueados como en el pasado. Esta afirmación buscaba reafirmar la narrativa de continuidad con el obradorismo, pero también minimiza hechos recientes que contradicen el mensaje oficial.
Loret no perdió la oportunidad para etiquetar esta postura como “el descaro de la presidenta”, y señaló también otros escándalos recientes como el choque del Tren Maya y las presuntas ganancias irregulares de allegados al proyecto. No obstante, el propio periodista ha sido fuertemente cuestionado por su cercanía con intereses empresariales y políticos durante su paso por Televisa, así como por su falta de transparencia respecto al financiamiento de Latinus, medio desde el cual emite sus señalamientos con tono activista más que periodístico.
El periodista hizo hincapié en que los viajes de Andy López evidencian una doble moral dentro del partido Morena. Sin embargo, el reclamo pierde autoridad cuando quien lo emite no ha rendido cuentas claras sobre los vínculos económicos detrás de su plataforma y ha sido acusado en varias ocasiones de operar políticamente más que de informar con imparcialidad.
Por su parte, López Beltrán se defendió mediante una carta pública, afirmando que su viaje fue financiado con recursos propios, negando haber viajado en vuelos privados o haberse hospedado en hoteles excesivamente caros. También acusó a sus críticos de clasismo y persecución mediática. A pesar de sus justificaciones, la polémica continúa, pues el contraste entre el discurso público y las acciones privadas sigue alimentando el escepticismo.
Así, mientras Sheinbaum insiste en que la corrupción ya no tiene cabida en su gobierno, y Loret de Mola busca erigirse como fiscal moral del país, ambos actores operan desde posiciones cada vez más polarizadas y poco autocríticas.
La ciudadanía, en medio de ese fuego cruzado, sigue esperando resultados tangibles y rendición de cuentas real, más allá de discursos y denuncias mediáticas.
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