El PRI Puebla estrena dirigente foráneo… y lo importa desde Guerrero para ‘rescatar’ a la militancia

Dirigencia improvisada, otra señal de la descomposición interna del PRI

El PRI nacional decidió que para “rescatar” lo que queda de su militancia en Puebla la mejor estrategia era ignorarla. El Comité Ejecutivo Nacional impuso como nuevo dirigente estatal a Juan José Castro Justo, un exsenador guerrerense sin arraigo alguno en la entidad. Sí, guerrerense. Porque en el PRI de hoy, para dirigir Puebla no necesitas ser poblano, ni conocer su historia política, ni tener contacto con las bases: basta con ser el elegido desde el centro.

La jugada se justificó bajo el argumento de “garantizar imparcialidad” en el proceso interno, luego de que Delfina Pozos Vergara, quien ocupaba la dirigencia tras la salida de Néstor Camarillo, solicitara licencia para competir formalmente por el cargo. Sin embargo, para muchos militantes, la explicación suena hueca: lo que se impuso no fue imparcialidad, sino el centralismo autoritario de siempre.

El responsable de consumar la designación fue Jorge Meade Ocaranza, secretario de Organización del CEN, quien viajó a Puebla para tomarle protesta al nuevo dirigente. En el papel, Castro Justo presume “experiencia legislativa y administrativa”, pero su llegada refuerza la percepción de que el PRI en Puebla opera como una simple franquicia: las decisiones se toman en la Ciudad de México, los liderazgos locales se marginan y las bases sirven solo para aplaudir.

La imposición ocurre, además, en el peor momento posible. El PRI poblano atraviesa una crisis profunda tras la salida de Néstor Camarillo, quien abandonó al tricolor para sumarse a Movimiento Ciudadano. La desbandada de cuadros importantes, sumada al desplazamiento sistemático de liderazgos locales, ha dejado a la militancia desorientada y fracturada.

Mientras el CEN repite que el proceso de renovación “sigue su curso”, la realidad es otra: no hay fecha definida, no hay proyecto, no hay brújula. Entre la base priista crece el malestar y la sensación de abandono. Fuentes internas reconocen que no hubo consulta alguna para el nombramiento de Castro Justo, que llegó como un delegado disfrazado de dirigente, sin diálogo previo ni respaldo local.

En el fondo, esta decisión sintetiza el problema histórico del PRI en Puebla y en buena parte del país: decisiones verticales, centralismo autoritario y desprecio por la militancia. Mientras las dirigencias nacionales juegan a “administrar la crisis”, las estructuras locales se desmoronan, la base se desgasta y el partido se queda sin proyecto político.

El mensaje es claro: para el PRI, ser poblano no es requisito para dirigir Puebla. La ironía es que, mientras intenta vender la idea de “modernización”, lo único que consigue es confirmar que su principal estrategia es autodestruirse… pero con elegancia institucional.

Foto: Redes

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