¿Qué decisión han tomado los integrantes del poder judicial en beneficio del pueblo, de la mayoría de los mexicanos? ¿Qué decisión han tomado en beneficio de los pobres, de los más vulnerables? Ninguna. Todas las decisiones que han tomado en los últimos 40 años han sido para beneficiarse a ellos mismos, a sus familiares y a los ricos que se acostumbraron a comprar sentencias y perdones.
No me hizo ninguna gracia cuando se descubrieron contratos de jardinería en el Poder Judicial, siendo que no existe un solo jardín en sus instalaciones. Tampoco me dio risa enterarme de que destina millones de pesos a un comedor exclusivo con comidas elegantes a la carta y bebidas alcohólicas -pagadas por el pueblo- siendo que miles de servidores públicos con sueldos modestos gastan una buena parte de sus ingresos en sobrevivir, como toda la clase obrera. El poder judicial no era ningún contrapeso. Lo era solo para los discursos opositores, pero no para los pobres, ni para la clase trabajadora, ni para quienes han sufrido por décadas el peso de la corrupción y la desigualdad.
Esta es la cuarta columna que le dedico a la elección del poder judicial, y la última, espero, en un tiempo.
¿Qué es importante saber de esta elección judicial? Que el voto de las personas pobres valió exactamente lo mismo que el voto de las personas ricas, les guste o no, lo entiendan o no, les enfurezca o no. La importancia de la democracia radica en que marca un piso parejo para todas y todos, estableciendo un criterio de igualdad insuperable en el que no importa tu sexo, origen, riqueza, religión, etnia, físico, habilidades, conocimientos ni nada: tu voto vale igualito que el de cualquier otra persona.
La reacción violenta de la oposición contra la elección -y todas las acciones emprendidas por la 4T- se debe a que afectará sus intereses, desde los evasores de impuestos, los saqueadores de recursos nacionales y, sobre todo, los vendedores de justicia y liberadores de criminales, y esa reacción es un gran indicador de que sí debíamos hacerla. La ferocidad de los discursos de odio y de crítica irracional de la oposición indica que la elección tocó un nervio sensible del viejo sistema de privilegios, y justo ahí se halla una brújula que traza la ruta política de la izquierda con precisión: lo que la oposición diga explosivamente que no se debe de hacer, entonces hay que hacerlo.
Desde ahora, quienes aspiren a ser jueces, magistrados y ministros tendrán que hacer campaña, mostrar sus trayectorias, sus perfiles y sus propuestas para someterse al juicio del pueblo, lo que aumentará la confianza en sus integrantes y romperá con la uniformidad de pensamiento que ha prevalecido en los tribunales. Pluralidad, le dicen.
El obradorismo tiene una gran memoria histórica y es lo que le permite fijar la vista en el objetivo de la transformación: conocer los rostros de quienes imparten justicia es indispensable para que dejen de operar en la sombra del anonimato y para que la justicia no responda más a la élite que la designaba, sino al Pueblo que la votará de ahora en adelante.
Elegir al poder judicial hace que la justicia deje de ser un privilegio técnico para volverse, al fin, un asunto público. El sufragio contiene el nepotismo y el influyentismo que detonaron la inconformidad del pueblo y esta primera elección, pues lo que antes se decidía en acuerdos cupulares ahora se construye en las urnas, y eso da legitimidad.
Origen no es destino. La autonomía del poder judicial no es el punto de partida, sino una condición del ejercicio responsable del cargo. Nadie llega del vacío, sino que siempre hay un origen, ya sea el voto popular, la designación cupular, el mérito del escalafón o el nepotismo. La autonomía judicial no depende de cómo se llega al cargo, sino de a quién se debe lealtad una vez que se llega. Lo peligroso no es el mecanismo de entrada, sino la obediencia a intereses oscuros, materia en la que el poder judicial actual tiene un amplio historial. Por eso, democratizar la designación no está peleado con la autonomía, siempre que se respete la voluntad popular y no se recurra a la lamentable tradición prianista del fraude electoral.
La oposición, sin embargo, no aprendió nada. Ni por conveniencia. Sigue hablándole a la clase empresarial corrupta que se benefició del neoliberalismo y a una clase media aspiracionista que está ideológicamente perdida. Nadie más la toma en serio desde hace tiempo.
Lo más importante es que, a partir de esta elección, el poder judicial dejó de estar en las sombras. Ahora el pueblo sabe cómo se compone la Suprema Corte de Justicia de la Nación, la Sala Superior y las Salas Regionales del Tribunal Electoral, los circuitos y distritos judiciales, y hoy sabe que existe un Tribunal de Disciplina que vigilará la actuación de jueces y magistrados.
El poder judicial era la última trinchera política de la derecha corrupta. Ahora, falta echar abajo sus negocios privados con recursos públicos.
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