El regreso de Nayeli Salvatori a la radio poblana no sería motivo de crítica si no fuera porque su desempeño como diputada local ha sido, hasta ahora, notoriamente deficiente. Lejos de ser una cuestión de compatibilidad laboral, el problema central es que su trabajo legislativo no ha producido resultados concretos, y sin embargo, ahora busca sumar nuevamente visibilidad desde el entretenimiento.
A partir del 3 de julio, la legisladora de Morena retomará su programa “Ta’ Carbón” en La 96.1 FM, todos los jueves por la tarde, justo después de las sesiones del Congreso del Estado de Puebla. Este regreso a los micrófonos ha sido presentado como un “regalo” para su audiencia, pero en realidad plantea una pregunta de fondo: ¿Por qué una diputada con tan poco impacto legislativo dedica tiempo a una actividad paralela, aunque no sea remunerada?
En poco más de nueve meses, Salvatori solo ha presentado seis iniciativas, ninguna de las cuales ha sido aprobada. Eso equivale a una propuesta cada mes y medio, sin frutos tangibles para su distrito ni para Puebla. Lejos de centrarse en mejorar su desempeño en el Congreso, parece más interesada en mantener presencia mediática.
No se trata de cuestionar que una persona tenga dos ocupaciones, sino de que una figura con responsabilidades públicas no ha demostrado eficacia ni compromiso suficientes en su rol principal. Y mientras tanto, sus antecedentes siguen generando ruido: declaraciones revictimizantes contra mujeres, bromas de mal gusto, y una actitud que se aleja de la responsabilidad institucional.
Ahora, vuelve a la radio bajo el argumento de que es su pasión y parte de su trayectoria. Pero ¿puede una diputada permitirse priorizar su carrera mediática cuando ni siquiera ha podido hacer avanzar una sola propuesta en el Congreso?
Más que un “dobleteo” inofensivo, la nueva temporada de Salvatori en la radio parece confirmar una preocupante desconexión entre sus deberes y su atención real al cargo que ocupa. Un regreso que, lejos de entusiasmar, debería motivar una reflexión sobre el tipo de representación pública que la ciudadanía recibe.
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