Durante la cumbre de la OTAN en La Haya, el secretario general Mark Rutte sorprendió al referirse a Donald Trump como “papá”. El comentario se dio luego de que el presidente estadounidense usara lenguaje fuerte y profano —una “F‑bomb” en televisión en vivo— para criticar a Irán e Israel y presionar por el fin del conflicto.
Rutte, con una sonrisa, justificó el apelativo: “a veces papá tiene que usar lenguaje fuerte”, en alusión directa al tono agresivo de Trump. En un ambiente marcado por la diplomacia agresiva y el militarismo, este gesto revela la estrategia de normalización del autoritarismo estadounidense dentro de la alianza atlántica.
El diálogo se enmarca en un contexto donde Trump exige que los países europeos gasten el 5% del PIB en defensa, una cifra que duplica el objetivo actual y que España ya ha rechazado públicamente, manteniéndose en el 2.1%. La presión del presidente estadounidense sobre sus aliados refleja la consolidación de un liderazgo unilateral y militarista dentro de la OTAN.
Este episodio evidencia cómo la alianza transatlántica se reconfigura: mientras se proyecta unidad frente a amenazas internacionales, los gestos diplomáticos revelan que la subordinación a los intereses imperialistas de EE.UU. se convierte en norma. El apodo de “papá” deja al descubierto una OTAN que consiente y refuerza la visión autoritaria del trumpismo, comprometiendo la soberanía política de Europa.