La Haya, Países Bajos – Con la expectativa puesta en la Cumbre de la OTAN que se celebrará el 24 y 25 de junio en La Haya, los países miembros se preparan para un encuentro crucial, marcado por el reciente acuerdo para aumentar el gasto militar al 3.5% del Producto Interno Bruto (PIB). Este consenso, alcanzado el domingo 22 de junio, representa un paso significativo en el compromiso de la Alianza para fortalecer su capacidad de defensa y disuasión en un entorno geopolítico cada vez más complejo.
La excepción a este acuerdo recae en España, que logró un pacto especial para no desembolsar el 5% que le correspondería tras este incremento conjunto. Esta diferenciación podría generar conversaciones adicionales durante la cumbre, aunque la atención principal se centrará en la cohesión y la unidad de la Alianza frente a los desafíos actuales.
El secretario general de la OTAN, Mark Rutte, ha sido clave en la consecución de este acuerdo. Sus gestiones buscan no solo solidificar el compromiso financiero de los miembros, sino también asegurar una recepción favorable al presidente de Estados Unidos, Donald Trump. La esperanza es que este consenso incentive la plena participación de Trump en los coloquios, evitando una retirada anticipada como la observada durante la cumbre del G7 en Canadá. La presencia activa del líder estadounidense es considerada en ese ámbito vital para la dirección futura de la Alianza y para proyectar una imagen de unidad transatlántica.
SE ESPERA LA ASISTENCIA DE 45 JEFES DE ESTADO Y AL MENOS 90 MINISTROS DE DEFENSA
La cumbre de La Haya se perfila como un evento de gran envergadura. Se espera la llegada de cuarenta y cinco jefes de Estado y de gobierno, 90 ministros de Defensa y de Asuntos Exteriores, y 6,000 miembros de delegaciones. Estos líderes y representantes abordarán temas selectos de defensa, disuasión, mecanismos especiales de aplicación del Artículo 5 del Tratado (defensa colectiva), e incluso la instrumentación de un modelo distinto para la Alianza.
Este último punto es crucial, ya que busca adaptar la OTAN a las nuevas alineaciones geoestratégicas que se configuran en el mundo, asegurando su relevancia y eficacia en un panorama de seguridad global en constante evolución. La cumbre promete ser un foro para el diálogo estratégico y la toma de decisiones que moldearán el futuro de la seguridad transatlántica.
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